El dolor crónico es una de las condiciones peores a las que se tiene que enfrentar una persona. En esta página se presentan los aspectos psicológicos en los que influye el dolor crónico y viceversa, aquellos que pueden incrementar el dolor, produciendo un sufrimiento mayor que el que corresponde al daño que provoca el dolor. Se mencionan también diversos círculos viciosos que incrementan el sufrimiento en el dolor y el tratamiento psicológico que los puede romper.
El dolor crónico. Planteamiento del problema
La comprensión científica del dolor va evolucionando rápidamente. Antes se pensaba que su presencia implicaba únicamente la existencia de un daño físico. Sin embargo, actualmente la ciencia nos ha llevado a descubrir la importancia que tienen las consecuencias de la vivencia del dolor. Porque el dolor genera importantes reacciones emocionales que pueden potenciar el sufrimiento que lleva asociado.
Pero, además, si el dolor se hace crónico puede tener un impacto devastador en todos los aspectos vitales de la persona que lo sufre:
- Socialmente, porque se tienen que disminuir las relaciones sociales con amigos y allegados.
- Laboralmente, puede llegar a afectar a la capacidad de trabajar, produciendo un sentimiento de inutilidad y problemas económicos.
- En las relaciones de familia y de pareja, porque no se pueden cumplir las expectativas de nuestros seres queridos.
Un dolor crónico llega a hacer que las personas se planteen el para qué y el por qué de la vida. Normalmente tenemos la experiencia de que el dolor es pasajero y controlable. Pero cuando aparece un dolor resistente, que no se pasa, nuestra concepción del mundo se tambalea. Surge entonces la necesidad de construir una nueva en la que tenga sentido la existencia de un dolor que no se puede evitar. En ella podremos dar cabida a:
- Sensaciones corporales incontrolables.
- Limitaciones en la capacidad corporal.
- Pérdida de contacto social.
- Problemas laborales que pueden incluir incertidumbre económica, etc.
La labor del psicólogo se centra en trabajar terapéuticamente todos estos aspectos del dolor para mejorarlo y hacerlo más soportable.
Distinción entre dolor y daño
El dolor suele estar asociado a la percepción de un daño que se ha producido en nuestro cuerpo. En este sentido el dolor sería la percepción del daño. Pero entre el daño y el dolor intervienen una serie de factores de tipo psicológico. Veamos un ejemplo. Cuando a un torero le coge el toro, con la emoción de la lucha que está manteniendo puede seguir toreando. Sin embargo, cuando acaba, todos se asombran de cómo ha sido posible hacerlo con una herida de esa magnitud, que tendría que dolerle mucho. Otra persona ante el más mínimo dolor deja de hacer cualquier cosa. En circunstancias normales, sabemos que no todos sentimos el mismo dolor ante una herida similar, hay personas que lo soportan mejor que otras y nosotros mismos unas veces lo aguantamos mejor que otras dependiendo de nuestro estado de ánimo.
El conocimiento de todos estos procesos psicológicos y emocionales implícitos nos puede llevar a aprender a manejarnos mejor con el dolor y a hacerlo más soportable.
Reacciones emocionales asociadas al dolor
El dolor tiene la función de avisarnos para que hagamos algo que consiga reparar el daño físico que pensamos que lo genera. El dolor es una sensación generalmente terrible y, como indicio de un mal, amenazante. Por eso, una reacción natural en el hombre es el miedo al dolor, un miedo que es adaptativo porque nos impulsa a evitarlo y eliminarlo.
Pero no siempre una reacción de miedo nos lleva a un comportamiento adecuado. Por ejemplo, para que no nos duela algo nos estamos quietos y dejamos de hacer muchas cosas que nos hacían la vida agradable. A veces más allá de lo estrictamente necesario. Otro ejemplo se da cuando el miedo al dolor nos puede hacer no acudir al dentista, lo que finalmente será causa de un mal mayor.
En el caso de un dolor crónico, nuestra lucha por evitar el dolor se convierte muchas veces en un esfuerzo inútil. El sentimiento de fracaso nos genera, primeramente impotencia y un estado de irritación que influye en nosotros y quienes nos rodean. Finalmente, cuando vemos que no es posible acabar para siempre con él, podemos caer en una depresión o al menos a un estado de ánimo deprimido que nos hace perder el sentido de la alegría.
Mantenimiento de la actividad
La continuidad del dolor nos puede producir ansiedad social. Si nos impide nuestra actividad normal, puede llegar a generarnos un sentimiento de inutilidad y de no sentirnos necesarios. Si nos esforzamos en luchar contra ello y que nada cambie, podemos llegar a intentar mantener niveles de actividad similares a los que teníamos cuando no sentíamos dolor, muy por encima de nuestras posibilidades actuales.
Nos damos cuenta de que, además del daño físico, el dolor lleva asociados una serie de procesos psicológicos tan desagradables, duros y amenazantes como el propio dolor y que se unen indisolublemente a él. Para entender estos fenómenos hay que distinguir bien ente dolor y sufrimiento.
Distinción entre dolor y sufrimiento
El sufrimiento es una reacción afectiva producida por un estado emocional. Sufrimos con la pérdida de un ser querido. Lo hacemos con el miedo a que a nosotros o alguien allegado nos ocurra una desgracia o cuando estamos sometidos a una amenaza grave.
La reacción emocional asociada al sufrimiento puede ser mucho más intensa e insoportable que un fuerte dolor físico, ¿Cuántos no preferiríamos un fuerte dolor de muelas al sufrimiento de una pérdida importante?
Pero hemos visto cómo el propio dolor puede generar una reacción afectiva que incrementa el sufrimiento asociado a él. Genera, así, una serie de sentimientos insoportables que se mezclan y se hacen indistinguibles del propio dolor. Por ejemplo, si el dolor nos lleva a empeorar nuestra relación con nuestros seres queridos, o a no poder realizar nuestras actividades favoritas o a no poder trabajar, o simplemente a estar peor físicamente por no poder dormir. El sufrimiento que generamos de esta manera es mucho mayor que el que corresponde solamente al daño físico.
La lucha a ultranza contra el dolor tiene que tener en cuenta los aspectos psicológicos que surgen asociados a él, para poder disminuir el sufrimiento que conlleva.
Círculos viciosos en el dolor crónico
Los intentos de eliminar el dolor crónico nos pueden llevar a entrar en círculos viciosos que no solamente no solucionan el problema, sino que lo empeoran. La ruptura de estos círculos es uno de los objetivos prioritarios de la intervención del psicólogo en el tratamiento del dolor.
1. La lucha contra el dolor se libra en nuestro propio cuerpo y en él generamos cambios para conseguir disminuirlo. Así, modificamos nuestra respiración, nuestra postura o incrementamos la tensión muscular lo que nos ayuda muchas veces a soportarlo. Pero cuando el dolor es crónico estas conductas mantenidas largo tiempo acaban incrementando el problema y amplían el impacto del dolor, así nos aparecen contracturas musculares y problemas de dolor en zonas cercanas. Son reacciones automáticas; pero no por ello menos dañinas. Intentan controlar el dolor, pero en realidad nos lo producen más, entrando en un círculo vicioso del que es difícil salir.
2. También hemos visto como una lucha que fracasa contra el dolor crónico nos lleva a un estado de ansiedad y de depresión que a su vez potencian las sensaciones dolorosas, porque nuestro estado las hace más insoportables con lo que el dolor aumenta y hace que nos esforcemos más y que el fracaso sea más importante. Estableciéndose así otro círculo vicioso.
3. A veces el dolor tiene ganancias secundarias cuando nos evita hacer determinadas cosas que no nos gustan o conseguimos atención de las personas queridas. Pero estas esas “ganancias” son una trampa mortal, porque están deteriorando nuestras capacidades personales y limita nuestras relaciones personales de manera determinante. Además, no nos permiten olvidar el dolor y dedicarnos a otra cosa y por tanto nos impiden superarlo.
4. Los cambios sociales derivados de nuestra nueva situación incrementan notablemente el estrés. Si queremos mantener nuestra actividad necesitamos más esfuerzo. Si no lo hacemos podemos perder nuestra posición económica, pero los esfuerzos más allá de nuestras capacidades nos llevan al incremento del dolor en un círculo vicioso adicional.
5. Si no encontramos remedio a nuestro dolor porque la ciencia y la medicina son limitadas, la búsqueda de una vida sin dolor nos puede llevar a abandonar un tratamiento adecuado y de nuevo nuestro afán por mejorar nos lleva a empeorar.
El psicólogo en el tratamiento del dolor crónico
El problema no es que haya dolor crónico, sino que este arruine nuestra vida ocasionándonos problemas de pareja, de trabajo, de amistades y tiempo libre, de ansiedad, depresión, insomnio, etc. y que lo haga porque hemos caído en alguno de los círculos viciosos que se han señalado.
Para salir de esos círculos hay que darse cuenta que estamos ante una situación que no se puede cambiar y que la aceptación es el único camino:
- Aceptación es no hacer nada para evitar, dejar de hacer todo lo que no sirve: desmontar los círculos viciosos y potenciar el tratamiento médico adecuado.
- Aceptar es abrirnos a experimentar los sucesos y las sensaciones completamente, plenamente y en el presente, como son y no como tememos que sean.
- Aceptar es tomar conciencia de las limitaciones que conlleva el dolor crónico.
- La aceptación abre el camino al compromiso. A seguir haciendo aquello para lo que valemos de acuerdo a nuestras capacidades, aunque esto signifique que tenemos adecuar nuestras metas a nuestras capacidades limitadas por un dolor crónico.
- Aceptar no es quedarse con el sufrimiento que se tiene, la aceptación disminuye el sufrimiento e incluso inicia proceso psicofisiológico de la habituación, por el que el dolor se hace más tolerable porque nos habituamos a él. Habituándonos a las sensaciones disminuye la ansiedad, el miedo y la depresión, tendremos menos sensaciones asociadas al dolor y continuaremos comprometidos con un nuevo papel social con valores propios
Pero aceptar el dolor, abrirnos a su experiencia es muy duro y puede precisar de una terapia psicológica. Supone que la persona tiene que incorporar en su propio autoconcepto la nueva incapacidad de controlar el dolor y las limitaciones que tiene y pese a ello encontrar un sentido a su vida. Por eso la terapia de aceptación y compromiso proporciona una visión más amplia del mundo en la que cabe la inevitabilidad del dolor.
La terapia cognitivo conductual y el dolor crónico
Hoy día la terapia psicológica cognitivo conductual tiene suficientes herramientas para poder enfrentarse con éxito a esos problemas. Son técnicas que han mostrado su eficacia de forma científica. Por citar algunas:
- La relajación y el biofeedback nos enseñan a dejar tensiones dañinas en nuestro cuerpo. La meditación junto con la relajación, la respiración y el biofeedback nos permite no seguir automáticamente nuestros impulsos que nos llevan a caer en uno de los círculos viciosos.
- Distraerse del dolor es un consejo muy a mano; pero realizarlo no es nada fácil y puede ser necesario un entrenamiento profundo que requiere técnicas especiales.
- Las técnicas cognitivas como la reestructuración, la terapia racional emotiva, etc. nos ayudan a enfrentarnos con nuestros pensamientos y sentimientos de forma racional y de manera más eficaz.
- Las técnicas operantes de potenciación de actividades permiten recuperar al límite actual nuestras capacidades.
- La hipnosis es otra herramienta que incide directamente en los mecanismos psicológicos de percepción del dolor.
- Las técnicas de asertividad y el entrenamiento en habilidades sociales permiten enfrentar los cambios sociales derivados de las nuevas limitaciones asociadas al dolor crónico.
La psicoterapia cognitivo conductual ha demostrado científicamente su eficacia en el tratamiento del dolor crónico por medio de ensayos clínicos controlados. También ha demostrado ser el tratamiento de elección en problemas de ansiedad y depresión, que son consecuencia del dolor y a su vez incrementan sus efectos.
Intervenciones con participación mínima de un psicólogo
Tenemos la idea de la terapia psicológica como algo interminable que es costosa en tiempo y dinero y de resultados inciertos. Sin embargo, las técnicas cognitivo conductuales son eficaces, simples y estructuradas y cada vez se perfeccionan más, con objeto de que la intervención del terapeuta sea mínima. Se pueden ver más detalles de un programa de estas características en español en el Curso Terapéutico de Aceptación. Consiste en un curso autoaplicado dirigido a descubrir y potenciar nuestra capacidad de aceptación de nuestras propias sensaciones por muy desagradables que sean, mientras nos comprometemos con nuestros valores más importantes de acuerdo con nuestras limitaciones.
En este curso se incluye el aprendizaje de técnicas de relajación, de respiración, un entrenamiento intenso de concentración en el presente, para poder aceptar las sensaciones que se asocian al dolor, y finalmente llevar nuestra conciencia a su plenitud potenciando nuestra capacidad de darnos cuenta de los procesos psicológicos que ocurren en nuestra vida para poder situarlos en su justa medida. Se enseña a no actuar descontroladamente ante el dolor y, desde la no acción, poder deshacer los círculos viciosos mencionados antes. No hay que olvidar que este curso es limitado, si bien posibilita el aprendizaje de filosofía de enfrentar la vida de forma plena y compatible con el dolor, no está diseñado para los problemas particulares de cada cual, que si son lo suficientemente grandes pueden requerir una terapia psicológica.
Una terapia psicológica es un proceso de cambio profundo, es un camino que hay que recorrer bajo la guía de un terapeuta entrenado y que nos descubre nuevas perspectivas para poder vivir más plenamente.
Si su dolor tiene un componente psicológico.
Todo dolor tiene un componente psicológico. De hecho la definición dada por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor es:
El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada con una lesión presente o potencial o descrita en términos de la misma.
Y en ella se incluye de forma explícita el componente emocional, y por tanto psicológico, del dolor.
Pero cuando alguien nos dice que nuestro dolor tiene un componente psicológico nos están transmitiendo connotaciones negativas e ideas erróneas.
- Parece que implica que no es real, que solamente está en nuestra cabeza, pero el sufrimiento psicológico es peor que el físico y tan real como él. Se siente en el cuerpo con tanta intensidad o más que el dolor asociado a un daño físico.
- Parece que estuviera en nuestras manos quitárnoslo, que solamente hace falta querer, “fuerza de voluntad”. Pero hemos visto que no se puede luchar por las buenas contra el dolor y menos todavía contra la componente psicológica del dolor. Que es un proceso complejo que pasa por la aceptación de algo tan desagradable y amenazante como el dolor crónico lo que nos coloca ante retos personales trascendentes que pueden necesitar un trabajo terapéutico profundo.
25/01/2010