Página que trata de responder a la pregunta que se hacen muchas parejas: ¿hay algo que hacer si mi pareja no quiere acudir a terapia?
Mi relación de pareja no funciona. Creo que un profesional nos podría ayudar; pero mi pareja no quiere ir a terapia. ¿Qué puedo hacer?
Podemos pensar que los problemas que tenemos en la relación no son nuestros, sino que se deben a la forma de ser del otro; de manera que; si el otro no cambia, no hay solución.
Sin embargo, hay un principio básico en una relación: si uno de los componentes cambia su comportamiento de forma decidida y con fuerza, al otro no le quedará más remedio que cambiar para adaptarse. Responde a la máxima:
Si quieres que algo cambie, cambia tú.
Porque la pareja se comporta con nosotros de acuerdo a cómo nos comportamos nosotros con ella o cómo dejamos que ella se comporte con nosotros. Si no cambiamos nuestro comportamiento, no lograremos que la relación cambie.
Lo más común es que a la hora de iniciar una terapia de pareja acudan ambos a una primera entrevista conjunta en la que se evalúa el motivo de consulta, los problemas que cada uno plantea y los objetivos que quieren lograr en la relación mediante la terapia. Se inicia así un trabajo terapéutico que implica a los dos miembros de la pareja desde el principio.
Pero esta no es la realidad de todas las parejas en crisis, es habitual encontrar reticencias en uno de los miembros, que se niega a buscar ayuda. Las excusas que pone son muy variadas: creer que ningún extraño le puede ayudar, culpar al otro de todos los problemas y no ser él quien necesita ayuda, por desinterés, etc. Es probable que entonces, el que está interesado desista y deje de buscar esa ayuda externa y especializada.
Tareas de quien acude a terapia.
Si acude sólo uno de los dos miembros de la pareja el terapeuta de pareja también puede ayudar, puede entrenar al implicado y generar cambios que el miembro reticente puede valorar como buenos y adecuados, e incluso puede motivarle para acudir a terapia al ver que es útil.
El que acude a terapia también puede trasladar lo aprendido en terapia al reticente y motivarle igualmente. La cuestión es que el reticente vea cambios en el implicado y sea testigo de las mejoras que se van haciendo en la relación gracias a la terapia. Por ejemplo, que es más comunicativo, tienes más detalles, se queja menos, valora más mis esfuerzos, escucha mejor cuando le cuento mis cosas, …y todo esto desde que va a terapia.
En la terapia se inicia con el objetivo de cambiar la relación para que mejore y se consolide, recuperando, quizás, la ilusión que los unió. Pero, aunque es difícil, puede darse el problema de que los cambios no le gusten al que no acude a terapia. Es útil conocer el porqué de tales reticencias, a veces es por miedo a lo desconocido, otras por malas experiencias con otras terapias, ideas respecto a la terapia que no se ajustan a la realidad, por eso ir de avanzadilla puede ser la mejor manera de eliminar esas ideas y dar una oportunidad a una terapia que les puede ayudar a salir de la crisis, conocerse, aceptarse y entenderse mejor para, así poder ser felices juntos.
Julio 2011