La pasión en la construcción del amor
La pasión juega un papel importante en la construcción del amor. El enamoramiento, como toda emoción, tiende hacia la habituación y va disminuyendo en intensidad a lo largo del tiempo. Pero la pasión que nos provoca nos coloca en una situación ideal para profundizar y construir una relación duradera.
Hay algunos procesos que se dan en las parejas que nos indican el camino para que esto ocurra. Estos procesos han dado lugar a diferentes teorías que se complementan porque describen procesos que no son incompatibles. Destacamos:
- La teoría triangular del amor (Sternberg, 1986)
- Los estudios sobre el apego de Bowlby (1969, 1973, 1979, 1980), y
- La de expansión del yo (Aron, Lewandowski Jr, Mashek, y Aron, 2013; Aron, y Tomlinson, 2019).
La teoría triangular del amor
Sternberg (1986) plantea su teoría triangular del amor, que ha obtenido cierta evidencia empírica. Para este autor el amor tiene tres componentes básicos: la pasión, el compromiso y la intimidad. El amor se puede representar en un triángulo equilátero en el que cada componente está en uno de los vértices.
Las relaciones de pareja se situarían en algún punto del triángulo, dependiendo de la intensidad de cada uno de los componentes.
Una visión conductual de los componentes de amor
La ventaja de esta teoría es que sus componentes son consecuencias de conductas concretas:
La intimidad es una conducta de autorrevelación de elementos que nos muestran “débiles” y vulnerables, y que podrían ser usados en algunos contextos sociales para administrarnos un castigo. Sin embargo, la respuesta del otro es de aceptación, o al menos no de castigo (Cordova y Scott, 2001).
La pasión la hemos definido como el impulso a unirse al otros sexualmente y también socialmente e incluso espiritualmente.
El compromiso es la decisión de permanecer en la relación en cualquier contexto que se pueda dar. Como dice la fórmula de la alianza matrimonial: “en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte los separe”
Los componentes del amor no son independientes. Así, podemos ver que la pasión intensifica y potencia los demás. Como hemos dicho, cuando estamos enamorados, tendemos a ignorar los defectos del otro, lo que permite aumentar la intimidad. Por otro lado, el enamoramiento y su pasión asociada, intensifica el deseo de perpetuar aquella relación que nos genera tal emoción, es decir, establecer un compromiso.
La consolidación del amor: el apego en las relaciones románticas
Para Bowlby, los procesos de apego se manifiestan en las relaciones que establecemos a lo largo de toda la vida. Hazan y Shaver (1987) propusieron, basándose en esta idea, que, en las parejas románticas de adultos, el establecimiento de vínculos emocionales se da de forma similar a los vínculos que se establecen entre niños y sus padres o cuidadores. Esto implicaría de alguna manera que las relaciones románticas entre adultos cumplen también funciones de apego, al igual que ocurre en otro tipo de relaciones entre adultos (amigos, hermanos, etc.), Ainsworth (1989)
El sistema de apego no sólo sirve para proteger a los individuos de los daños físicos, sino también para ayudarles a regular los sentimientos negativos y restablecer una sensación de calma, o seguridad sentida (Bowlby, 1973).
Shaver y colaboradores consideran que los sistemas de apego (defensa y refugio de las amenazas), cuidado y sexual facilitan la formación y el mantenimiento de vínculos afectivos estables y mutuamente satisfactorios, que fundamentan las relaciones románticas (Mikulincer, 2007).
En la edad adulta, las parejas románticas se convierten en las figuras de apego más importantes, de modo que el mantenimiento de la proximidad a estas parejas en momentos de necesidad se convierte en una fuente crucial de apoyo, comodidad y seguridad. la transformación de una pareja romántica en una figura de apego es un proceso gradual que depende de la medida en que la persona funcione como (1) un objetivo para la búsqueda de proximidad; (2) una fuente de protección, consuelo, apoyo y alivio en momentos de necesidad (refugio); y (3) una base segura, que anima al individuo a perseguir sus objetivos en un contexto relacional seguro. Estas tres funciones se dan principalmente en las relaciones románticas duraderas y muy comprometidas (Mikulincer, 2007).
Una visión conductual del apego
Mansfield y Cordova (2007) dan una visión conductual del vínculo (apego): El vínculo se define como una clase de conducta operante generalizada[1], que tiene la función de conseguir ayuda, ya sea material o emocional.
Desde esta perspectiva, el vínculo podría entenderse como los hábitos concretos que tenemos para pedir ayuda. Sería equivalente a lo que Bowlby llama “modelos de trabajo”. Con esta visión, toda conducta que consista en pedir ayuda es una conducta vincular. En la infancia, las formas en las que se han hecho peticiones de ayuda exitosas se convierten en un hábito que tenderá a mantenerse en los diferentes contextos por los que pasa la persona. Se puede profundizar en el vínculo como conducta en esta página.
El apego a lo largo de la vida
Las figuras de apego en la infancia suelen ser los padres o figuras similares a los padres, pero a medida que avanza el desarrollo, las figuras de apego más importantes son las parejas románticas o los amigos íntimos, y en la vejez a veces los propios hijos (Ainsworth, 1989).
En el caso de las parejas románticas, para poder desarrollar relaciones cercanas satisfactorias, sería necesario un buen funcionamiento del sistema de apego según Bowlby (1979). Lo cual, a nivel conductual, se manifestaría a través interacciones entre los miembros de la pareja que ayuden a aliviar la angustia y restaurar la seguridad sentida del otro cuando sea necesario. Esto ayudará a reforzar los vínculos afectivos con una pareja en concreto. De modo que las personas puedan consolidar de manera gradual un sentimiento de seguridad de apego específico de esa relación. Esto es, la creencia de que la pareja romántica concreta estará disponible y apoyará en momentos de necesidad.
Los problemas aparecen cuando hay algún tipo de disfunción en el sistema de apego. Que puede ocurrir en interacciones a lo largo de la vida (y de forma reiterada), cuando las figuras de apego -reales y/o interiorizadas- no consiguen proporcionar una sensación de protección y seguridad. En estos casos, a la angustia que activa el sistema se suman serias dudas y temores sobre la viabilidad de alcanzar una sensación de seguridad: «¿Es el mundo un lugar seguro o no? ¿Puedo confiar -en mi pareja- en momentos de necesidad o no? ¿Tengo los recursos necesarios para acercarme a esa figura de apego -mi pareja-?».
Esto fomenta la aparición de inseguridades en la relación con las figuras de apego. Las cuales se pueden manifestar de muy distintas maneras a nivel conductual.
Relaciones del apego con otros componentes del amor
Los estudios también han relacionado las inseguridades de apego con una menor intimidad, afecto, confianza y compromiso en las relaciones, (por ejemplo, Collins y Read, 1990; Shaver y Brennan, 1992; Simpson, 1990), así como con patrones destructivos para la relación de reacciones emocionales intensas a los comportamientos de la pareja y estrategias inadaptadas de resolución de conflictos (por ejemplo, Rholes, Simpson y Orina, 1999; Scharfe y Bartholomew, 1995).
Estudios recientes sobre el apego en adultos también han descubierto que la disponibilidad, la capacidad de respuesta y el apoyo de una pareja romántica en momentos de necesidad -que son los factores contextuales cruciales que facilitan el funcionamiento óptimo del sistema de apego- tienen importantes resultados relacionales beneficiosos y atenúan los efectos perjudiciales de las inseguridades crónicas del apego (por ejemplo, Feeney, 2002; Rholes, Simpson, Campbell y Grich, 2001).
Con todo lo anterior, se entiende que, ya de adultos, buscamos compañía para reducir nuestra ansiedad y para encontrar apoyo en situaciones amenazadoras. Así, una función social de la pareja es mantener y auxiliar al otro. Lo que se haga y cómo se haga, va a estar relacionado con las conductas de apego que se han aprendido en la infancia, tanto de pedir ayuda como de proporcionarla.
Si estas relaciones de apego se establecen, los lazos que unen a la pareja en la salud y la enfermedad en la riqueza y en la pobreza consolidan la duración de la pareja.
El yo en las relaciones de pareja
Según la teoría de los marcos relacionales, el yo es el uso social que hacemos de la palabra yo. Cuando expresamos nuestros deseos y necesidades, verbalmente la utilizamos (Hayes, Barnes-Holmes, & Roche, 2001). Así, el yo es una conducta y no una estructura permanente de nuestra psique (McHugh, y Stewart, 2012).
Esta teoría define el yo como contenido como la descripción y evaluación que una persona construye acerca de su comportamiento y su historia (Hayes, Barnes-Holmes, & Roche, 2001). Lo utilizamos para cubrir nuestro anhelo de ser aceptados incondicionalmente (Hayes, 2020). Es como cuando presentamos un currículum vitae: variamos el contenido para que se adapte al puesto al que aspiramos, con la intención de ser aceptados.
El yo se comienza a definir cuando se está adquiriendo el lenguaje (3 años). Cuando empezamos a emplear la palabra “yo” para pedir ayuda, la reacción del cuidador reforzándola, castigándola o ignorándola va moldeando esta conducta importantísima en nuestra vida. (McHugh, y Stewart, 2012).
Los procesos privados en la definición del yo
Otra función de los cuidadores es enseñarnos a identificar nuestros procesos privados. Cuando intuyen que los estamos sintiendo, les ponen nombre y reaccionan a ellos. De esta manera, nos enseñan a identificar nuestras emociones y las moldean con sus respuestas. Así, aparece nuestro yo asociado a los procesos privados, que la teoría de los marcos relacionales conoce con “yo como proceso”.
Con esta visión del yo se deduce que, como en toda conducta, es posible influir en él y modificarlo. En mayor o menor medida nuestra respuesta “yo” puede cambiar o mantenerse en los diferentes contextos por los que pasamos a lo largo de nuestra vida.
En la vida adulta tendemos a emplear aquellas conductas que nos habían dado resultado en la infancia, porque han sido reforzadas al obtener la ayuda que deseábamos. Sin embargo, la pareja es un contexto diferente, por lo que estas mismas conductas pueden no ser adecuadas para conseguir esos mismos resultados en esta nueva forma de relación.
La pareja como extensión del yo
En las relaciones intra-pareja, presentamos nuestro “yo como contenido” con el objetivo de ser aceptados incondicionalmente. Así, conseguiremos establecer una relación vincular en la que obtenemos una respuesta positiva a nuestras peticiones de ayuda, apoyo, etc. La reacción de nuestra pareja a ellas moldea nuestro yo, reforzando ciertas expresiones; extinguiéndolas cuando las ignora o inhibiéndolas, si las castiga.
De lo dicho se deduce la importancia de la pareja en la conformación de nuestro “yo como contenido”. La aceptación incondicional por parte de la pareja es fundamental para establecer una unión fuerte entre los dos, porque cumple el anhelo de pertenencia que tenemos los seres humanos (Hayes, 2020).
La pareja es una entidad social y reconocida como tal en nuestro entorno. Cuando la pareja toma autoconciencia de ella o se relaciona como tal entidad con su entorno, emplea la palabra nosotros/as. De esta manera, utilizamos la palabra “nosotros” al expresar muchos de nuestros pensamientos, deseos, recuerdos, sensaciones y emociones. Así los consideramos también propios y que se inscriben en nuestro yo. Podríamos decir que nuestro yo continúa y se expande en la pareja. En concreto en los aspectos de ella que incorporamos en la narrativa que define a nuestro yo.
El modelo de Expansión del yo
El modelo de la expansión del yo en la pareja está basado en el proceso descrito en el párrafo anterior. Aunque se basa en otra teoría. Se han hecho experimentos que pueden dar luz al proceso de la pasión en la pareja. Este modelo postula, en primer lugar, que todo ser humano busca ampliar su capacidad de actuación para conseguir sus objetivos o seguir sus valores. En segundo lugar, que una de las principales formas de hacerlo es a través de las relaciones de pareja. Porque, en una relación estrecha, los recursos, las perspectivas y las identidades del otro se experimentan, en cierta medida, como propios. Es decir, el otro está, hasta cierto punto, «incluido en el yo» (Aron, Lewandowski Jr, Mashek, y Aron, 2013; Aron, y Tomlinson, 2019).
Es importante para la pasión en la pareja, porque cuando se da un incremento de la expansión del yo, la pasión crece fuertemente. En las relaciones largas, la expansión del yo suele estabilizarse y disminuir (Sheets, 2014). Pero cada vez que vemos al otro desde una perspectiva diferente, se revive el proceso de expansión del yo y se incrementa la pasión (Gosss y otros, 2022).
Resumiendo: Los procesos que tienden a perpetuar la relación
El vínculo (apego)
Por las relaciones vinculares que se establecen, la seguridad que nos ofrece una pareja con la que hemos establecido un vínculo seguro dificulta la ruptura de la pareja en ausencia de la pasión y/o la intimidad.
El sexo y la pasión
El amor pasional no es solo sexual. Puede también incluir un fuerte deseo de unión emocional y cercanía con una pareja romántica. Cuando estas dos facetas se dan conjuntamente se activan regiones cerebrales distintas de cuando se dan solos la excitación y el deseo sexual (Aron et al., 2005; Fisher, 1998, 2006; Fisher et al., 2002). Sin embargo, el deseo sexual y la pasión romántica están estrechamente vinculados en los contextos modernos y occidentales, (véase Hatfield et al., 2012 para una revisión). Unas relaciones sexuales satisfactorias y una unión emocional con la pareja cimentan la unión.
Dependencia del Yo como contenido
El anhelo de ser queridos y cuidados nos lleva a mostrar un yo como contenido para ser aceptados. Nuestra cultura nos incita a ser especiales para que nos acepten. Si modificamos nuestro yo como contenido para ser aceptados, nos podemos crear una dependencia que nos hipoteque nuestra expresión libre (Hayes, 2020).
Cuando alguien a quien admiramos o nos atrae nos acepta incondicionalmente, nos hace sentir especiales y crea un ambiente idóneo para un enamoramiento y una pasión intensa.
Si alguien nos hace sentir especialmente atractivos sexualmente, estaríamos en un caso especial de dependencia de nuestro yo como contenido. Sobre todo, si no es algo que hayamos experimentado con frecuencia.
El fin de la relación
Se suele suponer que el divorcio se da porque el matrimonio tiene conflictos y es infeliz. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que casi la mitad de los divorcios surgen de matrimonios poco conflictivos y relativamente felices. En estos casos, la falta de pasión romántica es un factor de predicción cada vez más importante de la disolución de la relación (Carswell y otros, 2021).
De aquí la importancia de potenciar la pasión en las relaciones de pareja estables. Carswell e Impett (2021) hacen una revisión de las teorías que analizan la pasión. Las más importantes plantean formas de potenciar la pasión.
Plantearse qué se perdería si se rompiera la relación puede ser un ejercicio que ayude a tener presente lo que aporta el otro y lo importante que es para la expansión del propio yo.
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