Ser feliz: como alcanzar la felicidad

por Dr. José Antonio García Higuera
Este artículo se propone explicar qué dice la psicología sobre estas dos preguntas: qué es la felicidad y qué hacer para ser felices. La psicología clínica se ha centrado en paliar el sufrimiento psicológico, pero actualmente estas cuestiones que las han abordado la psicología positiva y también la terapia de aceptación y compromiso. Desde ellas se plantea qué es la felicidad y qué podemos hacer para ser felices.

El problema: ¿Es la falta de sufrimiento la felicidad?

Cuando sufrimos un problema psicológico llegamos a pensar que cuando desaparezca el sufrimiento que produce vamos a alcanzar la felicidad. Pero ¿es eso cierto? Cuando preguntamos a nuestros pacientes qué harán cuando superen la ansiedad o depresión o nuestro sufrimiento, que les está llevando tanto esfuerzo conseguirlo, muchas veces les parece una pregunta inútil que nunca se han planteado responder más que con una frase obvia: “Ser feliz”. Pero la felicidad no es solamente la ausencia de sufrimiento, si no existiéramos no sufriríamos; pero tampoco seríamos felices, no sentiríamos ni alegría, ni amor, ni ninguna emoción positiva, ni tampoco felicidad.
La felicidad no es solamente la ausencia de sufrimiento
La psicología clínica se queda muchas veces en el punto de paliar el sufrimiento del paciente, sin preocuparse por hacerle feliz. Por eso es conveniente que nos planteemos qué es la felicidad y qué podemos hacer para ser felices, para luchar por ello en una visión más completa de lo que la psicología clínica puede aportar a nuestra vida.

Qué es la felicidad

La felicidad es un concepto resbaladizo, no hay una definición clara de ella, actualmente el concepto de felicidad es más una teoría que un recetario sobre como alcanzarla (Hefferon y Boniwell, 2011). La psicología positiva ha dividido el problema de estudiarla en conceptos más sencillos y más asequibles, como bienestar o calidad de vida y, entre otras cosas, se ha centrado en investigar las emociones positivas, que lógicamente tienen que estar ligadas a la felicidad. Así Seligman (2002) en su libro Authentic Happiness se refiere a la vida placentera que es una vida que maximiza las emociones positivas y minimiza el dolor y las emociones negativas, como parte de la felicidad. Seligman las estudia en tres periodos de tiempo: en el pasado, de donde surgen alegría, satisfacción y serenidad; en el presente, en el que surgen los placeres corporales, que son momentáneos y requieren aprendizaje y educación; y las emociones referidas al futuro entre las que están el optimismo, la esperanza y la fe. Pero Seligman no se queda en el aspecto temporal de la felicidad, nos enseña que existen tres tipos de felicidad: La felicidad hedonista, es decir, la vida placentera, unida a los goces de la vida. Las emociones positivas son centrales en esta visión de la felicidad, que ve el placer como una de sus fuentes. Entre las emociones positivas que se generan en la búsqueda del placer cita Sligman: la alegría, la gratitud, la serenidad, la esperanza, el orgullo, la diversión, la inspiración, la sorpresa y el amor. La felicidad que sentimos cuando estamos poniendo en marcha nuestras capacidades, comprometidos en una tarea que nos absorbe. Sentimos entonces que el tiempo se detiene, nos sentimos fluir. La sensación de fluir en la tarea hace que el tiempo transcurra veloz y las emociones positivas surgen cuando acabamos la tarea. La felicidad de hacer algo que da sentido a nuestra vida. Se trata de hacer algo por alguien o por algo que consideramos que tiene un valor superior a nosotros mismos (Dios, la humanidad, los hijos, un ideal, un partido, etc.). Puede haber sufrimiento en lo que hacemos y las emociones positivas surgen cuando valoramos lo que hemos hecho o lo que estamos haciendo, que estará muy por encima de lo que hemos sufrido.
Para estudiar la felicidad la psicología se centra en el estudio de las emociones positivas como medio de alcanzar la felicidad y considera que surgen asociadas al placer y también al compromiso con nuestros valores y a dar sentido a nuestra vida.
En resumen, para estudiar la felicidad la psicología positiva se centra en el estudio de las emociones positivas como medio de alcanzar la felicidad y considera que surgen asociadas al placer y también al compromiso con nuestros valores y a dar sentido a nuestra vida.

Las emociones positivas

Todas las emociones nos desencadenan automáticamente disposiciones a actuar (Frijda, 1986). Lo hacen generándonos impulsos que tendemos a seguir. William James, a finales del siglo XIX, ya nos enseñaba que las sentimos incrementadas cuando seguimos los impulsos que despiertan en nosotros. Por ejemplo, si vemos un oso en un bosque, se nos disparará el miedo y lo sentiremos mucho más fuerte cuando corremos, porque nos tendrá que generar la suficiente adrenalina para ponernos alas en los pies. Todas las emociones tienen una función positiva para la persona, por ejemplo, el miedo o la ansiedad son reacciones para enfrentarse o huir de una amenaza, lo que seguramente ha permitido a la especie humana sobrevivir. Incluso emociones que aparentemente nos llevan a la inacción tienen una función positiva. Por ejemplo, la tristeza tiene la función de pedir ayuda a los demás, porque si lloramos, despertamos en los demás la compasión y los movemos a ayudarnos. Otro ejemplo del mismo tipo es la depresión que puede tener la función de reducir nuestra actividad ante el agotamiento de nuestras capacidades de lucha, con el objetivo de recuperar fuerzas. Es lógico que si estamos ante una amenaza y, en consecuencia, sentimos ansiedad, queramos dejar de sentirla, fundamentalmente porque eso significará que ha desaparecido la amenaza. En este sentido podemos calificar las emociones como negativas cuando deseamos que desaparezcan. A la inversa, cuando queremos que permanezcan las consideraremos positivas. Por ejemplo, si sentimos alegría porque vemos a alguien querido, querremos mantener la emoción y, por tanto, consideramos la alegría como positiva. Las emociones positivas no solamente nos provocan placer, también tienen efectos beneficiosos en nosotros más allá de las sensaciones que nos hacen sentir. Se ha demostrado que nos hacen más creativos tanto en el pensamiento como en la acción, neutralizan nuestras emociones negativas y potencian nuestra capacidad de recuperar nuestros estados psicológicos normales después las desgracias y los traumas que sufrimos. Además, la experiencia de emociones positivas se da junto con la mejora de nuestras capacidades personales, intelectuales, físicas, sociales y psicológicas. Se da así un efecto de realimentación positiva que nos transforma (Hefferon y Boniwell, 2011 páginas 24 y 25). Las emociones negativas son inevitables en nuestra vida, siempre se dará una pérdida, un fracaso, un error, que nos las disparará. En consecuencia la felicidad no puede depender de su ausencia, sino del equilibrio entre la cantidad e intensidad de las emociones positivas frente a las negativas que tengamos. Se ha realizado un modelo matemático que indica que para que se dé el crecimiento y desarrollo de la persona se tienen que dar las emociones positivas en una razón de 3 a 1 sobre las negativas (Fredrickson y Losada, 2005). De aquí la importancia que damos a fomentar en nuestros pacientes las emociones positivas para llevar una vida plena.

Qué puedo hacer para ser feliz

Gilbert y colaboradores (2008) consideran que las emociones positivas son de dos tipos. El primero está asociado al sistema dopaminérgico, que controla el impulso y el esfuerzo de búsqueda. El segundo está ligado al sistema opiáceo y de la oxitocina, que induce el confort, la relajación, el disfrute y la alegría. El primero está asociado a la felicidad que proviene del compromiso y el sentido de la vida y el segundo de la felicidad hedonista. (En este apartado resumimos y comentamos lo que propone el libro de Hefferon y Boniwell, (2011)). Se han propuesto muchos métodos para incrementar la felicidad, por ejemplo, Fordyce (1981, 1983) propone las siguientes 14 líneas de acción:
  1. Estar activo y ocupado
  2. Emplear más tiempo en actividades sociales
  3. Ser productivo en un trabajo que tenga sentido para nosotros.
  4. Ser organizado y planificar las cosas.
  5. Parar la preocupación excesiva
  6. No tener muchas expectativas ni aspiraciones
  7. Desarrollar una forma de pensar positiva y optimista
  8. Vivir el presente
  9. Trabajar para conseguir una personalidad saludable.
  10. Fomentar una personalidad social y extrovertida.
  11. Ser nosotros mismos, es decir, elegir lo que hacemos y actuar de acuerdo con nuestros pensamientos y sentimientos.
  12. Tener pocos sentimientos negativos y problemas.
  13. Las relaciones íntimas son la mejor fuente de felicidad, con diferencia.
  14. Valorar la felicidad.
Las recetas para ser feliz abundan en cualquier libro de autoayuda o en los consejos que nos dan nuestros amigos; sin embargo, vamos a incluir en este apartado aquellas conductas para aumentar nuestras emociones positivas de las que se tiene constancia experimental de su eficacia: Disfrutar-saborear, vivir el presente, la escritura expresiva, mostrar gratitud, la generosidad y responder constructivamente a las alegrías de los demás.
Hay conductas que incrementan nuestras emociones positivas de las que se tiene constancia experimental de su eficacia:

Disfrutar

Es la forma por excelencia que nos plantea nuestra sociedad para ser felices. Cuando nos despedimos, cuando alguien va a hacer alguna actividad, le deseamos que disfrute. Pero conseguir disfrutar no parece tan fácil, porque no está totalmente bajo nuestro control. En nuestras manos está realizar las acciones que hemos elegido para lograrlo; pero nadie nos garantiza que vamos a sentir lo que hemos estado deseando. Actividades que normalmente nos causan una gran felicidad, en un caso concreto pueden resultar neutras y muchas más veces no cumplir nuestras expectativas. Ahora bien, aunque provocarnos el disfrute no está completamente bajo nuestro control, podemos hacer algo que sí está en nuestras manos: vivir plenamente y concentradamente lo que estamos haciendo, es decir, lo que propone la terapia de aceptación y compromiso: vivir el presente y saborearlo.

Saborear

Saborear es una metáfora que muestra claramente una forma de potenciar el disfrute y ser felices viviendo plenamente el momento. Saboreamos así lo que nos ocurre en el presente, pero también podemos saborear lo que ocurrió en el pasado y lo que prevemos que va a ocurrir en el futuro. En el presente, saborear es el proceso de abrirnos plenamente a la experiencia que estamos teniendo en cada instante poniendo nuestra atención plena en las circunstancias, sentimientos y experiencias que estamos viviendo, eligiendo a propósito aquellos aspectos de la actividad en los que nos concentramos. Se trata, pues, de vivir con conciencia plena, absorbiéndonos en lo que estamos haciendo, de manera que el tiempo fluya sin sentir. Si la actividad es placentera, potenciaremos las experiencias placenteras. Además, si lo que hacemos va en la dirección de nuestros valores, será más fácil saborear el presente. Expresar lo que sentimos incrementa nuestras sensaciones. En consecuencia, si expresamos nuestros sentimientos y pensamientos positivos aumentaremos la intensidad de lo que experimentamos. Por eso, expresar nuestras emociones riendo, saltando, gritando, bailando, etc. nos hará más felices. Las experiencias pasadas las podemos saborear de varias maneras:
Para ser más felices hemos de vivir plenamente el presente y saborearlo, Lo mismo podemos hacer con nuestras experiencias pasadas y las que esperamos en el futuro. Aquí se dan una líneas generales para saborear la vida.
La más importante es compartiéndolas con los demás, lo que, además, nos permite mejorar nuestras relaciones personales, que son nuestra principal fuente de experiencias positivas. Para compartirlas conviene vivir las situaciones teniendo en mente ese objetivo, esforzándonos en construir la memoria necesaria para luego contarlas. Por eso tomamos fotos y vídeos, pensando en compartir nuestras experiencias positivas con los demás y lo hacemos a través de las redes sociales. Cuando recordamos, estamos despertando en nosotros emociones que la rememoración del pasado nos provoca en el presente. Por ejemplo, podemos recordar lo bien que lo pasamos con unos amigos contándoselo a otros. En el momento en que estamos recordando, entran en juego dos emociones, la que recordamos, es decir la que sentimos en el pasado cuando estábamos con nuestros amigos y la que sentimos en el momento presente, mientras se lo contamos a otros amigos. Nos conviene tener clara esta distinción para que nuestro comportamiento se adapte a la emoción que sentimos en el momento presente. El proceso básico de “defusion” que propone la terapia de aceptación y compromiso nos ayudará en esta tarea. También podemos revivir nuestras emociones positivas en solitario. Se ha comprobado que recordarlas simplemente, sin más objetivo que el de rememorarlas, nos permite vivir con mayor intensidad los recuerdos que si lo hacemos para analizarlos de forma lógica o causal. Compararnos con los demás nos puede producir emociones positivas, sobre todo si lo hacemos con los que están peor que nosotros, porque si nos comparamos con los que están mejor boicotearemos nuestras emociones positivas. Otra forma de potenciar nuestras emociones positivas rememorando nuestro pasado es congratularnos y felicitarnos por los éxitos logrados. El recuerdo de lo que nos hicieron también nos hace daño, pero nos hace mucho más si nos lleva a la venganza. De ahí que el perdón se presente como una conducta necesaria para neutralizar emociones negativas. Cara a nuestro comportamiento futuro, es importante activar nuestros valores y atrevernos a soñar que lo que vamos a hacer va a tener éxito. Así fortalecemos la acción que nos da la probabilidad de conseguirlo, siempre que seamos capaces de aceptar la posibilidad de fracasar y los sentimientos que ello nos provoque. Podemos ver ejercicios sobre cómo activarnos en dirección a nuestros valores en el libro «Entiende y maneja tu ansiedad«.

La escritura expresiva

Los trabajos de Pennbaker (1980) sobre los efectos de escribir lo que sentimos 20 minutos diarios durante una semana mostraron que tiene unos efectos fisiológicos fuertes: mientras se realiza disminuye la conductibilidad de la piel, que es uno de los indicadores fisiológicos de ansiedad, y después de escribir disminuye la tensión arterial e incluso mejora el sistema inmunológico. Podemos, pues, escribir para nosotros mismos sobre nuestras emociones intensamente positivas. Al rememorarlas potenciaremos sentirlas y, además, se ha comprobado que, haciéndolo, mejoramos nuestro estado de ánimo, nuestra salud física y mental y nos conoceremos mejor a nosotros mismos (Burton y King, 2004). Estos autores han demostrado que escribir, aunque solo sea dos minutos diarios sobre las experiencias con emociones positivas intensas tienen un efecto espectacular en las personas (Burton y King, 2008).

Expresar gratitud

Expresar gratitud es otra conducta que ha demostrado que provoca emociones positivas. El ejercicio de expresar gratitud a quien nos ha hecho algún favor pone de manifiesto que mostrar agradecimiento nos provoca una reacción emocional positiva y duradera. Los experimentos que se han hecho han demostrado que cuando una persona repasa a quién podría agradecer algo una vez por semana obtiene un aumento significativo en su bienestar, sin embargo, si lo hace más de tres veces por semana no se da ese efecto (Hefferon y Boniwell, 2011, pg. 164). Parece que, cuando el ejercicio se hace demasiadas veces, causa habituación.
Para potenciar nuestra felicidad hemos de expresar nuestros sentimientos y compartirlos con los demás. Especialmente hemos de potenciar y expresar nuestros sentimientos positivos
Otro ejercicio que se ha propuesto para mostrar gratitud es buscar a alguien significativo a quien no se haya mostrado la gratitud en su momento y que se la merezca y visitarle para mostrársela. Una variación de ese ejercicio es la de escribir una carta de agradecimiento y mandarla. Los experimentos demuestran que, incluso, aunque no se mande la carta el efecto emocional en quien la manda es similar.

Actos de generosidad

Buscar la felicidad puede parecernos un acto egoísta; pero resulta que una de las cosas que más nos puede hacer felices es ser generosos. Realizar actos de generosidad con los demás, aunque sean simples y sencillos como sujetar la puerta a quien entra detrás de nosotros, ceder el asiento a quien lo necesita, lavar los platos del compañero de piso, etc. Para que ser generoso tenga efecto es preciso ir variando las conductas generosas que hacemos. Si no, se convierten en rutina y dejan de proporcionarnos emociones positivas. El altruismo y la compasión nos hacen felices. La compasión ha dado lugar a intervenciones terapéuticas eficaces como la propuesta por Gilbert y Procter (2006) que aprovecha el efecto demostrado que tiene la compasión sobre las conductas de autoculparse y autocriticarse, que tienen consecuencias terribles en nuestro bienestar.

Responder constructivamente a los éxitos y alegrías de los demás

Si realmente nos alegramos con aquellos que han tenido algún éxito o experiencia positiva prolongando el tiempo que dedicamos, mostrándoselo claramente, permitiéndole expresarse con amplitud, o sugerimos actividades para celebrarlo, y más todavía si se lo contamos a otros; fomentaremos nuestras emociones positivas y mejorará de manera importante la relación con esa persona.

Las emociones positivas en la dirección de nuestros valores

Además de ser provocadas por estímulos que nos producen placer, nuestras emociones positivas también se disparan relacionadas con el proceso de consecución de nuestros objetivos importantes (Carver y Scheier, 1990). Estos autores han encontrado que aparecen más ligadas a los cambios de velocidad en el proceso de avance hacia nuestras metas que a su consecución. En efecto, nos sentimos felices cuando superamos un obstáculo, pero nuestro sentimiento placentero es menor cuando nos encontramos avanzando a ritmo normal hacia nuestro objetivo. Davidson (2001, 2003) resalta la relación del cortex prefrontal con las emociones positivas. Teniendo en cuenta que el cortex prefrontal permite generar nuestros objetivos y los planes para alcanzarlos, podemos concluir que los estudios psicofisiológicos de Davidson apuntan en la misma dirección que Carver y Scheier. La terapia de aceptación y compromiso afirma que la salud mental la alcanzamos cuando tenemos flexibilidad psicológica que se define como “La habilidad de vivir aquí y ahora como un ser humano consciente y cambiar o persistir en nuestra conducta cuando hacerlo nos sirve para seguir nuestros valores”, (Hayes, Wilson y Stroshal, 2012) o sea, cuando seamos capaces de hacer lo que deseamos sin barreras psicológicas que nos lo dificulten o impidan. Para ello hemos de poner en marcha una serie de procesos básicos entre los que está la elección de nuestros valores, que se definen como “consecuencias de nuestras acciones, deseadas a largo plazo” (Hayes y Stroshal, 2004). El compromiso con ellos y la realización de acciones comprometidas con el avance en la dirección que nos marcan son claves en la consecución de la flexibilidad psicológica y, como vemos, también de la felicidad, porque en el proceso aparecen emociones positivas.
Otra clase de felicidad la conseguimos cuando ponemos nuestras capacidades en marcha absorbiéndonos en tareas que van en la dirección de nuestros valores y dan sentido a nuestras vidas

Entrenamiento en seguir nuestros valores

Podemos entrenarnos para ser más eficaces en el compromiso con las acciones comprometidas con nuestros valores. Así podemos entrenar varios aspectos:
  1. Es importante valorar las consecuencias a largo plazo en lugar de tener en cuenta las inmediatas, que son las que más fuerza tienen para regular nuestra conducta. Cuando nos dejamos llevar por el impulso inmediato, muchas veces, sacrificamos la posibilidad de conseguir mayores recompensas a más largo plazo.
  2. Actuar con determinación, es decir, proceder con osadía con valor, asumiendo los riesgos y consecuencias para tratar de conseguir nuestros objetivos. Es el compromiso completo con lo que hacemos. Aplazar lo que hemos de hacer puede ser una conducta de evitación que finalmente nos produce sufrimiento o dudar y echarnos atrás puede llevarnos al fracaso.
  3. También podemos entrenar la autorregulación, que es un proceso por el que buscamos tener control sobre nuestra conducta. La autorregulación de nuestra conducta se puede construir haciendo ejercicios como llevar registros y controlar lo que comemos, monitorizar nuestra postura, hacer presupuestos y seguirlos. Cuando incrementamos nuestra autorregulación en un área se extiende a otros ámbitos y facilita el control del tabaco, el alcohol, y los gastos compulsivos. Tengamos en cuenta los ejercicios de autorregulación que proponen las religiones, por ejemplo, el Ramadán o la Cuaresma, épocas del año en las que los fieles ayunan, realizando un ejercicio de autorregulación muy interesante y que tiene efecto en muchos otros aspectos de su vida. Hay que recordar que el control sobre nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones es más limitado. En efecto, podemos pensar en lo que queremos; pero cuando queremos dejar de pensar en lo que no queremos pensar, nuestro éxito es limitado (Wenzlaff y Wegner, 2000). Con nuestras sensaciones y emociones nuestro éxito está todavía más limitado, porque sobre lo que tenemos control es sobre las conductas que las provocan; pero no tenemos asegurado que lo consigamos, es decir, podemos seguir la líneas que se apuntan en estas páginas para sentir emociones positivas; pero no estamos seguros de que las vayamos a experimentar.
En consecuencia, desarrollar nuestra determinación, aprender a esperar la gratificación en lugar de quererla de inmediato, y mejorar nuestra autorregulación puede tener un impacto inmenso en nuestra capacidad de perseverar y alcanzar nuestro objetivos y en nuestro bienestar en general (Hefferon y Boniwell, 2011, pg. 158)

La neutralización de las emociones negativas por las emociones positivas

Uno de los efectos demostrados de las emociones positivas es que neutralizan las negativas. Podríamos pensar que fomentando nuestras emociones positivas cuando sentimos una emoción negativa la neutralizaríamos, y así ocurre… a veces; porque tenemos que poner atención al efecto del control irónico de nuestros procesos emocionales, que nos enseña que si experimentamos la emoción positiva porque nos ocurre algo positivo, es más probable que se dé la neutralización; pero si intentamos provocarnos una emoción positiva con la intención de que desaparezca la negativa, es más probable que fallemos, porque entramos en un proceso de control irónico que lo boicoteará a medio o largo plazo (Wegner, 1994). Cuando realizamos una conducta dirigida a un objetivo, empleamos el proceso de control para comprobar si vamos o no por buen camino para poder corregir nuestro comportamiento si no avanzamos adecuadamente. En el caso de querer eliminar una emoción negativa chequearíamos si ha desaparecido ya; pero la única forma de comprobarlo es comparar nuestro estado con lo que recordamos de nuestra emoción negativa y, al recordarla, ya la estamos provocando y aumentando la probabilidad de que se quede. Por eso, el control de nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones se llama “control irónico”, porque cuando las queremos eliminar las provocamos.
Las emociones positivas neutralizan las negativas, salvo cuando lo hacemos con la intención de neutralizarlas, por el fenómeno del control irónico de nuestras emociones

La felicidad y las relaciones personales

Las relaciones personales son la fuente más importante de felicidad hedonista: en general disfrutamos con la compañía de los seres queridos y las emociones positivas compartidas se vuelven más intensas. También es en las relaciones personales donde nos planteamos nuestros objetivos más importantes, por ejemplo, los relativos al trabajo, a la pareja, a la amistad, etc. Para que las relaciones personales sean positivas para nosotros son necesarias ciertas habilidades. Entre ellas destaca la asertividad que nos permite conciliar nuestros objetivos con los de los demás y planteárselos de forma que los podamos alcanzar, respetando los deseos de los demás. La asertividad comprende una negociación en la fórmula “yo gano y tú ganas”, es decir, en la que los dos interlocutores ganan.

Las relaciones de pareja

Como se ha visto hasta este punto las relaciones sociales son la fuente más importante de emociones positivas y de felicidad. Cuanto más intensas sean, más felices seremos. De ahí la trascendencia de las relaciones de pareja y cuidarlas es fundamental para nuestra felicidad. Se ha documentado que los individuos casados tienen mejor salud física y mental que los no casados: tienen una mortalidad menor, realizan menos conductas de riesgo y controlan mejor su salud, cumplen mejor las prescripciones médicas, tienen mayor frecuencia en su conducta sexual que es más satisfactoria. Los datos correlacionales tienen difícil interpretación, en este caso es posible que las diferencias sean debidas a estar felizmente casados; pero también es posible que se deban a que los más saludables tiendan a casarse más frecuentemente. Controlando la variable del grado de salud cuando se llega a ser adulto existe un menor riesgo de muerte en los casados, lo que parece indicar que en efecto la mortalidad más baja es debido al matrimonio (Mathew, et al, 2001). Estas ventajas son ciertas, pero solamente cuando no existen conflictos (Finchman y Beach, 1999a). (Ver esta página)
Las relaciones personales, sobre todo las de pareja son fundamentales para potenciar nuestra felicidad
Para mejorar la relación de pareja podemos encontrar distintos ejercicios en Psicoterapeutas.com: No hay que esperar a tener problemas en la pareja para intentar mejorar la relación. En las páginas de Psicoteapeutas.com sobre la pareja se muestran algunas técnicas que pueden ayudar a incrementar la felicidad en la pareja y a evitar posibles problemas.

Intimidad

Cordova y Scott (2001) presentan una definición conductual de este concepto, afirmando que es un proceso que se inicia con una conducta de autorrevelación de elementos que nos muestran débiles y vulnerables y que podrían ser usados en algunos contextos sociales para administrarnos un castigo; sin embargo la respuesta del otro es de aceptación, o al menos no hay castigo. La autorrevelación seguida por aceptación, o sea la intimidad, genera un sentimiento de calidez y apoyo que e nos predispone a continuarla. Además de la autorrevelación hay otros elementos que la construyen como son las manifestaciones de afecto o el sexo (Van den Broucke et al., 1995). El sexo, generalmente, implica la existencia de una cierta intimidad y viceversa su práctica la potencia de forma significativa. En la intimidad podemos compartir pensamientos y sentimientos que son desagradables, como tristezas, ridículos, fallos, etc. y sentirnos comprendidos. También sentimientos positivos como amor, atracción, gratitud, esperanza, etc. que nos hacen sentir muy vulnerables al posible rechazo y al ser aceptados nos sentimos felices. También al compartir memorias o secretos con confianza de no ser traicionados nos sentimos reconfortados y liberados de una pesada carga. Otras actividades como los abrazos, el sexo, y el contacto físico en general, incrementan la intimidad. Hay que tener en cuenta que en la intimidad somos más vulnerables y, por ello, en muchos provoca miedo al rechazo. Sin embargo, la intimidad es una fuente extraordinaria de experiencias y emociones positivas y una base importante para conseguir la felicidad.
Nuestro cuerpo es fundamental como fuente de felicidad

El cuerpo y la felicidad

El cuerpo es un gran ignorado en la psicología científica. Hay algunas excepciones como el artículo que puede leerse en esta página de Psicoterapeutas.com. Sin embargo, el cuerpo es fundamental en nuestra felicidad, nos proporciona placer a través de los sentidos y nos permite realizar actividades placenteras y contiene los mecanismos necesarios para las emociones positivas. Los estudios empíricos señalan las siguientes conductas que nos producen emociones positivas (Hefferon y Boniwell, 2011)
    • El contacto físico interpersonal. Se ha estudiado el masaje, los abrazos y la reflexología, todos ellos tienen un efecto extraordinario en el bienestar de las personas. Los mecanismos que están involucrados no están claros; pero los resultados de esas prácticas son innegables. Puede que sea solamente la intimidad que proporciona el contacto físico lo que intervenga en los efectos positivos que provoca tanto en la salud física como psicológica.
    • Nuestra conducta sexual. Es una fuente importantísima de placer y, a parte de momentos de intenso placer, relajación y éxtasis asociados a la actividad, incluido el orgasmo; provoca un incremento del bienestar físico, de la autoestima y de la confianza en sí mismo, reduce la ansiedad y la depresión y aumenta la calidad de vida. Todos estos procesos son más acusados cuando se practica con una pareja en la confiamos y lo hacemos de forma segura,
    • La actividad física. Evolutivamente nuestro cuerpo está preparado para ser cazadores y recolectores; pero actualmente no hacemos ni de lejos una actividad física que se pueda comparar a lo que hacían nuestros antepasados y tendemos cada vez más a llevar una vida sedentaria. Sin embargo, los efectos físicos y psicológicos de la actividad física son incontables y están muy documentados en la literatura científica. Además de los efectos que tiene sobre nuestra salud física, psicológicamente mejora la depresión, disminuye la ansiedad, mejora el sueño, prepara nuestra mente para absorber la información que nos dan, etc. Una de las mayores dificultades que tiene que la actividad física se implante es que se asocia con la concepción falsa de que tiene que ser dolorosa.
    • La comida. Necesaria para vivir, puede ser una fuente de placer impresionante.
    • La aceptación de experiencias dolorosas. Nos produce una sensación de control sobre nosotros mismos con poder casi adictivo. Aceptando el sufrimiento inevitable nos entrenamos en la autorregulación y autocontrol de nuestras conductas que juegan un papel importante en la felicidad derivada del compromiso y la búsqueda de sentido a nuestra vida.
agosto 2013