Tratamiento de la hipocondría con el Curso Terapéutico de Aceptación

por Dr. José Antonio García Higuera
Tratamiento de la hipocondría

Tratamiento de la hipocondría con el Curso Terapéutico de Aceptación

Estas páginas pretenden aportar sugerencias a los terapeutas sobre cómo se puede aplicar el contenido de este libro para tratar la hipocondría o el exceso de aprensión y miedo a la enfermedad

Aviso

Estas páginas pretenden aportar sugerencias a los terapeutas sobre cómo se puede aplicar el contenido de este libro para superar determinados problemas psicológicos.

El curso no es una terapia; es decir, no va dirigido a superar los ataques de pánico, ni la depresión, ni los problemas de ansiedad, ni el tartamudeo, ni la hipocondría ni ningún otro tipo de trastorno, que necesite una terapia psicológica.

Puedes encontrar más información entre la relación del Curso y la terapia psicológica en este enlace.

El autor del libro y Psicoterapeutas.com declinan toda responsabilidad en el uso terapéutico de este libro que se haga sin la guía de un profesional competente.

La hipocondría implica una preocupación y un miedo a la enfermedad y a lo que ella conlleva: el dolor, el sufrimiento y en último extremo la muerte.

Que el médico descarte la enfermedad

Lo primero es descartar cualquier dolencia física para lo que se acude UNA VEZ al médico, que es quien está capacitado para decirnos si tenemos o no una enfermedad física. Una vez descartada, nos pueden decir que somos enfermos imaginarios o que no tenemos nada; pero nuestro sufrimiento es totalmente real y hemos de aprender a vivir con él. Para ello, podemos seguir el siguiente programa:

Elegir nuestros valores

Primero encontrar un valor por el que seamos capaces de sufrir, e incluso llegar a morir. Este cuento tomado del «Curso Terapéutico de Aceptación I y II» nos da una idea de cómo luchar por nuestros valores nos puede llevar a aceptar cualquier sufrimiento:

Había una vez un reino feliz que solamente tenía un problema: un ogro se había instalado en la montaña más alta e inaccesible y acosaba a sus habitantes sin cesar. Un buen día tuvo la osadía de raptar a la hija única del rey y llevarla a su castillo en lo alto de la montaña. El rey, desesperado, publicó un edicto en el que ofrecía la mano de la princesa a quien la rescatase del ogro. Se presentaron dos caballeros: uno con una magnífica armadura nueva y reluciente, y el otro, un pobre caballero que había cogido prestada la armadura de su padre, que era vieja y, además, le venía algo grande. Ambos estaban tan enamorados de la princesa, que se arriesgaron a subir donde el ogro tenía su castillo.

Cuando estaban preparándose para su tarea, llegaron noticias de que el ogro se había ido a otra cueva a cazar. Desde la cueva vigilaba el camino al castillo, de forma que nadie podría subir sin que él lo viese. Los caballeros, asombrados de su suerte, iniciaron la escalada. Cuando llegaron al lugar que estaba bajo la vigilancia del ogro, este les vio y les lanzó dos certeras flechas. Les dio a ambos en el hombro, en el mismo lugar, causándoles un dolor insoportable. Además, comenzó a gritarles: “Con esa flecha en el cuerpo nunca llegaréis al castillo, ni podréis subir las murallas. Perderéis mucha sangre, moriréis antes de llegar. Volved atrás”.

El caballero de la armadura reluciente pensó, “Lleva razón”, y bajó rápido, pensando: “Necesito estar fuerte para llegar; en cuanto me cure y me sienta bien, volveré y venceré al ogro”. El de la armadura vieja hizo oídos sordos y con el mismo dolor y sufrimiento que el otro, siguió hacia arriba. Llegó al castillo, agotado y dolorido; pero según se acercaba se le olvidaban el dolor y su herida.

Finalmente rescató a la princesa y se casó con ella, llegando a ser un rey muy querido en aquella nación. El caballero pobre no dio importancia a la herida y al dolor, mientras que el otro cayó en la trampa de pensar que primero debería sentirse bien para luego hacer lo que tanto anhelaba. El pobre, frente a su deseo de alcanzar su meta, no dio importancia a su herida ni hizo caso a los pensamientos que el ogro puso en su cabeza, mientras que el otro concedió importancia a sentirse bien, por encima de sus valores.”

Para identificar aquello por lo que estamos dispuestos a no dar importancia a nuestro sufrimiento se hacen los ejercicios de definición y descubrimiento de nuestros valores. Velatorio (página 156) y Definición de las acciones comprometidas y barreras psicológicas (página 167) leyendo Apartado 2 del capítulo 6 y apartados 1 y 2 del capítulo 9.

Enfrentarse al miedo

Luego viene el enfrentamiento al miedo a tener la enfermedad temida y sus consecuencias. Cada persona tiene un miedo diferente y con características muy distintas, por lo tanto se han de determinar con claridad las consecuencias concretas a que se temen. Por ejemplo, a morir, a sufrir, a deteriorarse, a ser rechazado, por ejemplo en el caso del SIDA, etc.

Exposición en la imaginación

Después hacer la preparación adecuada para hacer la exposición en la imaginación:

  • Concentración (página 169) CD 1.
  • “s” silbante (página 177) CD 1.
  • Relajación de Jacobson (página 170) CD 1
  • Leyendo simultáneamente la introducción y los capítulos 2, 3 y 4.
  • Aceptación de sensaciones (página 185) leyendo el Apartado 1 del capítulo 7.

Los miedos se superan enfrentándonos a lo que tememos manejándolo de forma adecuada, sin evitarlo y sin luchar contra la sensación de miedo que nos causa.

Para entender la diferencia entre huir y enfrentarse podemos hacer el ejercicio correspondiente descrito en la página 199 CD 1 y luego hacer la exposición en la imaginación (página 200 CD 4) a los miedos detectados leyendo el capítulo 9.

A continuación se incluye un ejemplo de las imágenes y verbalizaciones que se harían en algunos casos concretos:

“Es posible que esta sensación sea la enfermedad (SIDA, cáncer, etc.) y que vaya a ocurrir (morir, sufrir, abandonarme, etc.); aunque lo sienta así y me sienta muy mal, no voy a evitar las sensaciones, no voy a asegurarme que no es la enfermedad (no voy a ir al médico, no voy a comprobar si la sensación se ha ido o no, no voy a tomar nada que no me haya mandado el médico, etc.) y voy a seguir viviendo hoy dedicado hacer la acción comprometida con el valor que me interesa.”

Exposición en vivo

Por supuesto el enfrentamiento ha de hacerse también en la vida real, si no la exposición en la imaginación se convierte en un ejercicio inútil. En consecuencia, hay que evitar las visitas repetitivas al médico. A la inversa, hay que ir al médico si lo que se teme es que diga que tenemos la enfermedad que queremos evitar. En ese caso, tenemos que hacer el chequeo que tanto tememos. También se ha de dejar de chequear la sensación que indica la posible presencia de la enfermedad. En resumen, hay que llevar a cabo lo que se ha planteado en la exposición en la imaginación.

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El curso no es una terapia, es decir, no va dirigido a superar los ataques de pánico, ni la depresión, ni los problemas de ansiedad, ni el tartamudeo, ni la hipocondría ni ningún otro tipo de trastorno, que necesite una terapia psicológica.

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