Una visión conductual del vínculo

por Dr. José Antonio García Higuera
Visión conductual del vínculo apego

Una visión conductual del vínculo

Una visión conductual que afirma que el vínculo consiste en conductas aprendidas que se pueden modificar. Numerosos estudios han demostrado la importancia que tiene en la vida adulta la relación que se establece en la infancia entre los cuidadores y el niño. Esta relación es conocida como vínculo o apego.

La explicación clásica de sus efectos reside en que se establece una estructura mental partiendo de esa relación. Es muy importante porque perdura e influye durante toda la vida. Sin embargo, existe una visión conductual que afirma que el vínculo consiste en conductas aprendidas que se pueden modificar. Basándose en esa visión; la terapia de aceptación y compromiso aporta herramientas para cambiar el vínculo a través de la relación terapéutica y de los procesos básicos de la flexibilidad psicológica.

El vínculo y la terapia de aceptación y compromiso

Un pequeño resumen de la visión clásica del vínculo

Bowlby define el vínculo como el lazo que se establece entre el cuidador y el niño cuando este pide ayuda ante una necesidad, un peligro o una amenaza. De la reacción del cuidador surgen diferentes estilos de vínculo. Está claro que el niño necesita de una persona mayor para satisfacer sus necesidades y defenderse de amenazas y peligros, tanto externos como internos y que los niños generan una petición de ayuda cuando sufren, tienen necesidades o se ven amenazados.

Para Bowlby, el vínculo parte de una respuesta innata que puede tener su base en la evolución, puesto que aquellos niños que más protección han logrado, han tenido mayor probabilidad de supervivencia.

Para que el niño se sienta atendido, en la respuesta del cuidador es crucial que se dé un componente emocional, incluso el enfado, es mejor que la ausencia de emoción. Si no hubiera respuesta emocional, el niño recibiría el mensaje: “Aunque te ayude, Lo único que siento por ti es indiferencia. En realidad tú no me importas y no hay conexión entre nosotros”.

Estilos de vínculo

En el laboratorio se ha estudiado el vínculo utilizando el paradigma de la situación de presencia de un extraño. Los experimentos se realizan dando los siguientes pasos:

  • Inicialmente, el niño está en una habitación con su cuidador,
  • Luego el cuidador se va y entra un extraño.
  • Finalmente vuelve el cuidador.

En las tres situaciones se registran detalladamente las reacciones del niño. Dependiendo de las respuestas del niño se han definido los siguientes estilos de vínculo:

Estilo seguro

Se identifica cuando el niño se estresa si se separa del cuidador ante la presencia de un extraño y se alegra cuando vuelve el cuidador. Estos niños muestran una conducta exploratoria competente y activa en presencia del cuidador, al que utilizan como base segura ante la cual lanzarse a explorar el medio no familiar.

Surge cuando el cuidador responde rápida y adecuadamente a las demandas de ayuda del niño

Estilo evitativo

Se define el estilo evitativo cuando el niño no da muestras de miedo al encontrarse frente a extraños ni de alegría cuando vuelve el cuidador. Mostraban una elevada conducta exploratoria tanto en presencia como en ausencia del cuidador.

Surge cuando el cuidador no atiende las demandas del niño o las atiende quejándose de tener que hacerlo. En general, los padres de estos niños suelen desvalorizar o negar la importancia de las relaciones afectivas, lo que explicaría su insensibilidad ante las demandas del niño.

Estilo resistente o ambivalente

Se define cuando el niño muestra reacciones encontradas cuando vuelve el cuidador: lo busca y a la vez se resiste a su contacto. Durante la ausencia del cuidador se muestran muy ansiosos, pero a su vuelta es difícil consolarles. Frecuentemente tiene reacciones de nervios cuando aparece el extraño, aun cuando esté con el cuidador. La mayoría de los niños muestran poca iniciativa para explorar el medio.  

Surge ante las reacciones inconsistentes del cuidador a las demandas de ayuda del niño, con lo que el niño no percibe las consecuencias de sus peticiones.

Estilo desorganizado

Se asocia con reacciones contradictorias difíciles de entender. Los niños tienen dificultades en razonar y reaccionan con agresividad o aislamiento.

Surge cuando el niño ha visto al cuidador asustado ante un suceso traumático o ha sido traumatizado por el cuidador directamente. Ha sido añadido en estudios posteriores a los que definieron los estilos anteriores. (Main y Solomon, 1986).

Efectos del vínculo seguro

Evidentemente, lo mejor para el niño es que el cuidador atienda sus demandas, es decir, que se establezca un vínculo seguro. En este caso, se dan los siguientes efectos:

  • La presencia de una figura vincular (padres, esposas, amantes, etc.) proporciona confort y seguridad.
  • Al contrario, la percepción de inaccesibilidad de esas figuras crea angustia.
  • El aislamiento y la pérdida son inherentemente traumatizantes, de ahí los efectos traumáticos que causan la separación en las parejas, la falta de apoyo social en el trastorno por estrés postraumático o el acoso en la escuela.
  • El vínculo seguro ofrece una base segura desde la cual los individuos pueden explorar el mundo y responder adaptativamente al entorno. De esta forma se arriesga a explorar y a experimentar nuevas respuestas y se promueve la confianza para arriesgarse, aprender y actualizar los modelos de sí mismo y del mundo.
  • El vínculo seguro es también un colchón contra los efectos del estrés y la incertidumbre y presenta un contexto óptimo para el desarrollo de la personalidad.
  • Este tipo de vínculo proporciona una sensación de seguridad, calma y tranquilidad porque activa el sistema neurológico del bienestar.

Hasta aquí se ha expuesto los hallazgos más básicos que se han encontrado en el estudio del vínculo. La teoría más extendida que los explica estos hallazgos parte de que en la infancia se establece una estructura neurológica que marcará para siempre la conducta del niño, porque se ha comprobado que el vínculo establecido en la infancia se mantiene en la edad adulta, sobre todo en las relaciones de pareja. Como todas las explicaciones que se reducen a la hipotética existencia de una estructura interna tiene sus limitaciones. Ver la siguiente página para su discusión. Pero existe una visión conductual del vínculo que tiene grandes ventajas.

El vínculo adulto

La trascendencia de la teoría del vínculo está en que las pautas de respuesta se mantienen a lo largo del tiempo y tienen influencia en las relaciones personales adultas y en particular las relaciones de pareja. Sin embargo, los lazos en las relaciones adultas dependen no solamente de la tendencia a pedir ayuda de la persona, sino de las reacciones que en el presente obtiene de la otra (Hazan y Shaver, 1994). De acuerdo con la visión de la teoría conductual del vínculo que se presenta aquí, es lógico que sea así, puesto que se trata de respuestas operantes.

La pareja incluye la expectativa de ayuda en muchos campos, por ejemplo, el sexo, la emoción, el apoyo ante las dificultades de tipo físico, económico, etc. por eso la pareja es una figura vincular, es decir, una persona de la que esperamos apoyo en momentos de dificultad. De aquí también la importancia de la separación de la familia original, que si se mantiene como vínculo más importante, puede dar problemas con la pareja.

Son dos las principales trayectorias empleadas para estudiar el vínculo en la etapa adulta (Simpson y Rholes, 1998). Una centrada en entrevistas donde se pregunta al sujeto sobre los recuerdos de su familiar nuclear. Otra mediante el uso de autoinformes sobre el vínculo actual hacia personas significativas.

Características de los estilos de vínculo

Las características que se han encontrado que diferencian a las personas con distintos estilos de vínculo son:

  • Estilo seguro: evalúa a los demás y a sí mismo de forma positiva. Confía en las personas de su entorno y mantiene actitudes positivas hacia ellos. Se siente a gusto en contextos de intimidad y no teme establecer relaciones afectivas. Del mismo modo, tienden a ayudar y cuidar a sus seres queridos cuando lo necesitan. 
  • Estilo evitativo: evalúa a los demás de forma negativa y a sí mismo positivamente. Aunque algunos autores consideran que su autoevaluación positiva, en realidad, encierra una pobre autoestima. Han aprendido a no ver atendidas sus demandas, por lo que no confían en recibir ayuda de los demás. Por este motivo se vuelve autosuficiente y excesivamente independiente, evitando establecer relaciones íntimas y a compensarlas con logros en otros terrenos y con actividades no sociales. Evita expresar sus necesidades.
  • Estilo ambivalente: se evalúa a sí mismo de forma negativa. Excesivamente preocupado por las relaciones interpersonales, desconfía de la disponibilidad de los demás, incluida su pareja, y por ello mantiene una actitud de vigilancia y dedica grandes esfuerzos a intentar que éstos atiendan sus necesidades, a veces empleando conductas que pueden obtener el efecto contrario, como una expresión exagerada del malestar, o una elevada exigencia. Siente que le han fallado muchas veces y teme que puedan volver a hacerlo.
  • Estilo desorganizado: han vivido traumas relacionados con el apego, como pérdidas y abusos. Contienen características del evitativo (tendencia a distanciarse) o del ambivalente (hiperactivación de las conductas de apego), dependiendo de la situación. 

El vínculo como conducta  

Basada fundamentalmente en el artículo Mansfield, A. K., & Cordova, J. V. (2007).

Inicialmente, Bowlby da una definición de vínculo desde un punto de vista etológico y, por tanto conductual, cuando afirma que se forma desde la petición de ayuda del niño y de la respuesta que obtiene del cuidador. Más tarde habla de estructuras psicológicas internas que se forman y se mantienen.

Definición de vínculo como conducta

Una visión conductual define el vínculo como la clase de conductas de petición de ayuda que han sido modeladas por las respuestas sistemáticas de los cuidadores en la infancia.

El vínculo se define como una clase de conducta operante que tiene la función de conseguir ayuda ya sea material o emocional. Con el tiempo, las peticiones de ayuda sucesivas se convierten en un hábito que dependerá de la respuesta que sistemáticamente dé el cuidador.

Los diferentes programas de refuerzo que apliquen los cuidadores crean hábitos que quedan fuertemente establecidos; y pueden explicar lo que los teóricos del vínculo llaman “estilos de vínculo”.

Si lo vemos desde un punto de vista conductual, el vínculo puede cambiar a lo largo de la vida; porque está sujeto a las contingencias de reforzamiento que se reciban; pero, es un hábito y como tal tiende a mantenerse a lo largo de la vida. Incluso puede ser insensible a las modificaciones del contexto si se ha convertido en un comportamiento regido por reglas verbales.

Porque, cuando se adquiere el lenguaje, somos capaces de adelantar la respuesta del cuidador, llegando a conclusiones como “Si pido ayuda, me van a solucionar el problema” o “no me servirá de nada pedir ayuda”. Hay que tener en cuenta que tenderemos a actuar de acuerdo con nuestras reglas de comportamiento aunque en ese contexto sea más conveniente no aplicarlas, sobre todo si se han hecho automáticas, es decir, inconscientes. Para modificarlas, primero, es necesario hacerlas conscientes. Luego, hay que establecer conductas alternativas más acordes con nuestros valores e intereses. Por último, es preciso practicar el cambio persistentemente. Las técnicas de defusion propuestas por la terapia de aceptación y compromiso son una herramienta extraordinaria.

El vínculo como clase de conducta

Desde el punto de vista conductual, pedir ayuda no es una conducta única, sino una clase de conductas, porque el niño pide ayuda o protección de diferentes formas, por ejemplo, llorando, exigiendo, enfadándose, etc. y la respuesta que recibe también puede ser distinta dependiendo de la amenaza o necesidad de la que se trate. Por ejemplo, puede ser diferente la respuesta del cuidador cuando se pide ayuda frente a un peligro social, una necesidad física o un malestar interno. Cassidy (1999), mantiene esta postura.

La trascendencia de la conducta de pedir ayuda es básica para resolver nuestras necesidades y conseguir nuestros deseos cuando somos pequeños. También cuando somos adultos, aunque entonces tengamos muchas más alternativas. Por eso, cuando se establece como hábito, influye en nuestra manera de resolver nuestras necesidades o de desear. La terapia de aceptación y compromiso plantea la flexibilidad psicológica como elemento fundamental de nuestra salud mental y en ella juega un papel importante lo que deseamos a largo plazo, es decir, nuestros valores. Lo que da una idea de la trascendencia de la conducta de desear y trasmitir a los demás nuestros deseos, dado que somos seres sociales.

Conductas que componen el vínculo

La conducta esencial es la búsqueda de ayuda por parte de la figura vincular. Cuando la ayuda no se obtiene, se pueden dar alternativas para conseguir la solución a la necesidad o a la amenaza, como la insistencia en conseguir atención de la figura vincular o la búsqueda de soluciones alternativas, intentando hacer frente a la amenaza o necesidad por propia iniciativa. En este último caso, aunque se resuelva la necesidad o la amenaza, no se da la calma y tranquilidad que transmite la obtención de ayuda de la figura vincular, no se activa el sistema neurológico del bienestar.

La otra conducta esencial en el establecimiento del vínculo es la respuesta del cuidador. Una respuesta hacia el vínculo seguro supone que el cuidador expresa un sentimiento de cariño y compasión hacia quien pide ayuda. La muestra de emoción al ayudar es fundamental en el vínculo, si no transmitirían un “te ayudo, pero no me importas”.

Componentes y características del vínculo

Una interpretación conductual de las principales componentes de la teoría del vínculo que propone Bowlby (1973) se puede resumir en los siguientes puntos:

  • Los niños que anticipan que una figura de vínculo estará accesible siempre que se la necesite evitarán el peligro con menor probabilidad y se arriesgarán más a explorar nuevas posibilidades de conductas y de situaciones desconocidas.
  • El hábito de esperar la ayuda cuando el niño la considere necesaria se establece y mantiene la tendencia a actuar de forma similar.
  • El hábito es un resultado directo de los refuerzos conseguidos por sus respuestas de petición de ayuda al cuidador más importante.

Los estilos de vínculo

Según la visión conductual, la petición de ayuda es una clase de conducta que responde al programa de reforzamiento al que ha sido sometida la persona en su más tierna infancia. El cuidador puede reforzar la conducta de petición de ayuda atendiéndola, extinguirla ignorándola o inhibirla castigándola. Dependiendo de estos tres factores: el refuerzo, el castigo o la ignorancia, se van a dar distintas frecuencias y reacciones emocionales a la hora de pedir ayuda que explican los diferentes estilos de vínculo que identifica la teoría clásica del vínculo.

Evidentemente una visión conductual tiene que considerar las conductas de vínculo como un continuo. Ahora bien, si se consideran diferencias importantes en las conductas del cuidador se puede establecer como los diferentes tipos de vínculo se solapan con diferentes contingencias de reforzamiento. Así se demuestra que la visión conductual puede recoger los avances que han hecho en su experimentación los teóricos del vínculo desde otra perspectiva teórica.

Relación entre los programas de comportamiento y los estilos de vínculo

En la siguiente tabla se sitúan los diferentes estilos en consonancia con las tres componentes de los programas de reforzamiento: el refuerzo, la ignorancia y el castigo

Alto refuerzo

 

Ignorancia

Castigo

alta

moderada

baja

bajo

preocupado

seguro más resistente a la extinción

seguro

moderado

 

 

 

alto

 

 

Ansioso ambivalente

 

 

 

 

Moderado refuerzo

 

Ignorancia

Castigo

alta

moderada

baja

bajo

Evitador pasivo

 

 

moderado

 

 

 

alto

 

 

desorganizado

 

 

 

 

 

 

 

 

Bajo refuerzo

 

Ignorancia

Castigo

alta

moderada

baja

bajo

evitador desdeñoso

Evitador pasivo (no contingente)

 

 

moderado

 

 

 

alto

 

miedoso evitativo

miedoso agresivo

El vínculo y la terapia de aceptación y compromiso

La relación terapéutica es una relación vincular desde el punto de vista conductual, puesto que su esencia es una petición de ayuda del paciente. Gold, (2011) propone que cuando los pacientes no siguen las indicaciones que el terapeuta le da en la terapia cognitivo conductual se debe a un problema vincular que ha de ser tratado para que la terapia cognitivo conductual clásica pueda tener éxito. La visión del vínculo como conducta permite ese tratamiento desde una perspectiva conductual.

Análisis funcional de las respuestas de vínculo

La consecuencia más importante de una aproximación conductual al vínculo es la necesidad de hacer un análisis funcional de la conducta de pedir ayuda del paciente y de las contingencias de reforzamiento que le han aplicado.

En la persona que pide ayuda hay que analizar ante qué necesidades (físicas, emocionales, etc.) o qué deseos la pide o no la pide, cómo la pide, qué emociones acompañan a la petición, etc. También es preciso considerar la respuesta sistemática que daba el cuidador a la petición, si la reforzaba, castigaba o la ignoraba y finalmente su reacción ante la falta de respuesta del cuidador.

Alternativas cuando la ayuda no se consigue

Cuando la petición de ayuda no se responde o no soluciona la amenaza o la necesidad, no se cumplen las funciones de la respuesta vincular, es decir, no se soluciona el problema, no se consigue un estado de bienestar y no se tiene una base para explorar nuevas alternativas conductuales. Por ejemplo, ante la falta de ayuda, quien la pide puede:

  • Insistir reiteradamente en la petición de ayuda, realizando esfuerzos tremendos para conseguir la ayuda.
  • Quedarse bloqueado y paralizado como conducta de evitación. Cuando el cuidador castiga la petición de ayuda, es más probable que se de el bloqueo o la agresión.
  • Intentar dar una solución propia más o menos adecuada.

Especial interés tiene la conducta de sumisión que se realiza para paliar la amenaza o por lo menos disminuir sus consecuencias. El efecto que tiene es la autocrítica destructiva, con un efecto devastador sobre la imagen de sí mismo.  (Ver página sobre la compasión).

El vínculo y el sistema neurológico q regula nuestro bienestar

En todos los casos no consigue la activación del sistema de bienestar que le calma y relaja. Por lo que habrá que analizar qué es lo que hace para conseguir la calma.

Con la adquisición del lenguaje las conductas de petición de ayuda se convierten en reglas de comportamiento que son automáticas y, por tanto, inconscientes. También hay que incluirlas en el análisis funcional.

Papel del vínculo en la construcción de nuestro yo

Para profundizar en este párrafo es conveniente leerse las páginas sobre el yo

Nuestro yo se empieza construyendo en la infancia en la relación con los cuidadores. El yo surge de la conducta verbal de emplear la palabra yo. Por eso, el yo se comienza a definir cuando se está adquiriendo el lenguaje (3 años). Sin embargo, la petición de ayuda se realiza antes, desde el nacimiento. Cuando el niño aprende el lenguaje, resume con él las relaciones que está teniendo con sus cuidadores, estableciendo verbalmente las reglas que rigen las peticiones de ayuda, que hace empleando la palabra yo.

Cuando empezamos a emplear la palabra yo para pedir ayuda, la reacción del cuidador reforzándola, castigándola o ignorándola va modelando respuestas importantísimas en nuestra vida, que incluyen nuestra forma de pedir ayuda y atención y la expectativa que tenemos de obtenerla. Así vamos adquiriendo la experiencia de los resultados que obtenemos al emplear la palabra yo y vamos evaluando y construyendo nuestro yo como contenido.

Implicaciones para la terapia de aceptación y compromiso

Cuando se da un problema con conductas vinculares, el terapeuta tiene que tener en cuenta que el yo del paciente está tocado y que un objetivo prioritario de la terapia consiste en ayudar al paciente a reconstruirlo. Primero, trasmitiéndole que no tiene que cambiar nada para ser aceptado, para lo que tiene que empezar con una aceptación incondicional. Luego, planteando que el objetivo de ayudar al paciente a ser él mismo, es decir, a elegir sus valores, a expresar libremente en la terapia sus deseos, sentimientos y pensamientos, como entrenamiento para poder expresarlos en la sociedad.

Con este planteamiento toma una importancia capital el avance en la autoconciencia, de forma que el paciente construya su yo como proceso y experimente su yo como contexto.

La falta de base segura para explorar el mundo y su influencia en la terapia

J. Gold afirma que los pacientes que presentan un trastorno de ansiedad complicado no suelen cumplir las exposiciones que el terapeuta aconseja. Supone que la causa es la falta de base segura para explorar nuevas alternativas conductuales, debida a sus experiencias de vínculo.

Propone, pues, que la relación terapéutica tiene que basarse en proporcionar un vínculo seguro, marcando las diferencias entre la experiencia temprana del paciente y la que se da dentro de la relación terapéutica.

El paciente busca una imagen sabia, fuerte y compasiva que le acoja cuando cumple y cuando no cumple, cuando triunfa y cuando fracasa; y adjudica inicialmente esas cualidades a su terapeuta. Luego va analizando inconscientemente si las reacciones del terapeuta son o no diferentes de las de la figura vincular.

El vinculo en la relación terapéutica

Cuando se consigue la relación vincular segura, el paciente está listo para experimentar con nuevas conductas. Posiblemente una relación terapéutica vincular adecuada explique gran parte del éxito de un gran número de terapias con diferentes enfoques teóricos y distintas bases experimentales (Pérez Álvarez, 2013).

Un reto para el terapeuta es dar la respuesta vincular adecuada, es decir, atender la petición con alto refuerzo, moderada ignorancia, bajo castigo. Para ello, ha de cumplir las expectativas del paciente, remarcando las diferencias con el vínculo que ha establecido en su infancia. En el paciente son expectativas inconscientes, porque examina inconscientemente al terapeuta para comprobar si le va a tratar o no como las figuras vinculares de su infancia.

Hay que recordar que el vínculo requiere una respuesta emocional, lo que supone que tiene que implicarse a nivel personal demostrando que el paciente le importa.

El yo como contexto y el vínculo

Desarrollar un estilo de vínculo que no sea seguro puede darnos problemas en nuestra salud mental. La terapia de aceptación y compromiso propone que la flexibilidad psicológica es central en nuestra salud mental, y que para alcanzarla es necesaria la experiencia del yo como contexto

Cuando tenemos la experiencia del yo como contexto se dan en nosotros una serie de efectos que contribuyen decisivamente a nuestra salud mental. Destacamos entre ellos, que proporciona un sentido trascendente del yo que nos permite enfrentarnos a las amenazas que nos dan miedo porque sentimos que no nos van a destruir, contrarrestando así nuestro sentimiento de que si no nos atienden nuestros cuidadores vamos a perecer. También nos proporciona un estado de calma y tranquilidad que corresponde a la activación del sistema neurológico del bienestar. Otro efecto es que nos permite desarrollar nuestros valores con totalidad, lo que nos lleva a explorar y aprovechar las posibilidades que en cada situación tenemos de seguir lo que más nos conviene a largo plazo, estando abiertos a explorar las consecuencias de los cambios que en cada momento nos interesen.

El yo como contexto

Estos efectos del yo como contexto contrarrestan los problemas más importantes que tiene la falta de un vínculo seguro: la falta de una respuesta segura ante las amenazas, la falta de impulso a explorar nuevas alternativas a nuestros problemas y nos proporciona un estado de calma y bienestar.

Bibliografía

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Bowlby J (1979). The Making and Breaking of Affectional Bonds. London: Tavistock Publications. 

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Bowlby J (1999) [1982]. Attachment. Attachment and Loss Vol. I (2nd ed.). New York: Basic Books.

Cassidy J (1999). «The Nature of a Child’s Ties». En Cassidy J, Shaver PR. Handbook of Attachment: Theory, Research and Clinical Applications. New York: Guilford Press. pp. 3–20.

Gold, J. (2011). An attachment based integrative psychotherapy for anxiety disorders. Journal of Psychotherapy Integration, 21(4), 382–399.

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Mansfield, A. K., & Cordova, J. V. (2007). A Contemporary behavioral perspective on adult intimacy disorders. In D. Woods & J. Kanter (Eds.), Understanding behavior disorders: A contemporary behavioral perspective. Reno, NV: Context Press

Pérez Álvarez, M. ( 2013). Anatomía de la Psicoterapia: El Diablo no Está en los Detalles. Clínica Contemporánea Vol. 4, n.° 1, 2013 – Págs. 5-28

Simpson, J. A. y Rholes, W. S. (1998). Attachment Theory and Close Relationships. Guilford Pres

20/4/2014

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