Profundización en los conceptos del yo

por Dr. José Antonio García Higuera
profundización en el concepto del yo

Profundización en el concepto del yo desde la terapia de aceptación y compromiso

En esta página se profundiza y detallan los aspectos más técnicos del yo con los tres niveles que reconoce la terapia de aceptación y compromiso: el yo como contenido, como proceso, y como contexto. Se enumeran una serie de ejercicios que llevan a la experiencia del yo como contexto.

Algunas propiedades del yo

La base de este trabajo está en el libro: McHugh, L., & Stewart, I. (2012). The self and perspective taking: Contributions and applications from modern behavioral science. New Harbinger Publications.

Aunque para la terapia de aceptación y compromiso el yo se considera una conducta, el uso de la palabra yo, tendemos a considerar al yo como la causa de nuestra conducta. La razón es que nuestra mente deduce que una cosa es causa de otra cuando la precede en el tiempo. La palabra yo precede a cualquier acción sobre la que reflexionemos, en consecuencia, el contenido del yo lo podemos considerar como causa de nuestras acciones. De esta manera perpetuaremos nuestra conducta: actúo así porque soy así y soy así porque actúo así.

El yo tendemos a considerarlo una cosa, y no una conducta, porque se nos refuerza que sea estable, es decir, que la utilización de la palabra “yo” prediga lo que vamos a hacer. Siendo así, los demás reaccionarán ante nosotros de forma previsible, lo que nos permite predecir los refuerzos que podemos recibir.

El yo como toma de perspectiva

En cualquier frase se incluye un verbo que tiene un sujeto y un tiempo, que nos dan la perspectiva desde la cual se da la acción de la que se habla. Lingüísticamente los elementos que tienen la función de señalar se llaman deícticos. Y la teoría de los marcos relacionales los incluye en los marcos relacionales deícticos. En la conversación la toma de perspectiva la establece el hablante. Desde la perspectiva del hablante se señala quien realiza la acción, el momento en el que se lleva a cabo y, muy frecuentemente, el lugar.

En consecuencia, la palabra yo la pronunciamos siempre desde aquí y ahora, es decir, desde la perspectiva del hablante.

En la conversación cambia la perspectiva, según se tome el papel de hablante y oyente, un ejemplo ilustrativo “Yo. el autor de este artículo, escribo esto aquí y ahora y tú, el lector, lo leerás allí y entonces”. Cuando tú lo leas podrás decir: “Yo leo este artículo aquí y ahora y tú, el autor, lo escribiste allí y entonces”.

Un marco relacional incluye un estímulo concreto y su pareja en la relación, por eso, no hay yo sin tú, aquí sin allí, o ahora sin entonces. Efectivamente, cuando empleamos la palabra yo en una conversación lo hacemos distinguiéndonos del que escucha, que es el tú, y si señalamos un “ahora” lo hacemos diferenciándolo de cualquier otro momento, análogamente ocurre cuando señalamos un lugar.

El yo en la salud mental

Para la terapia de aceptación y compromiso la salud mental pasa por la flexibilidad psicológica y el yo como contexto juega un papel importante en su consecución.

La flexibilidad psicológica

Se define como: La habilidad de vivir aquí y ahora como un ser humano consciente y cambiar o persistir en nuestra conducta cuando hacerlo nos sirve para seguir nuestros valores. Si contestamos afirmativamente a la siguiente pregunta, tendremos flexibilidad psicológica:

Distinguiendo entre TÚ y las cosas contra las que luchas y quieres cambiar,¿quieres sentir los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones contra los que luchas, totalmente y sin defensa, como son y no como sentimos que son, y hacer con determinación lo que te lleva en la dirección de los valores que has elegido, en este momento y en esta situación?

La pregunta nos da una idea clara de los procesos psicológicos que nos llevan a la salud mental:

  1. Aceptación. La aceptación de los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones sin condiciones ni restricciones para seguir nuestros valores.
  2. Defusion La toma de distancia de los pensamientos, verlos como lo que son: palabras o imágenes, y no como lo que dicen que son. Así podremos realizar la conducta más conveniente en la situación.
  3. Willingness. Realizar esa conducta con total determinación.
  4. Valores. Asegurándonos que va en la dirección de nuestros valores.
  5. Vivir el presente. En el momento y situación presentes
  6. Partiendo de una diferenciación clara entre nuestro yo y los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones que querríamos evitar. Para lograr esa diferenciación hemos de tener la experiencia de que trascendemos a nuestro sufrimiento, es decir, somos algo más que aquello que nos hace sufrir. Tenemos que tener la experiencia de nuestro yo como contexto.

El camino hacia la experiencia del yo como contexto

Construimos el contenido de nuestro yo basados en varios aspectos de nuestra vida: nuestra autobiografía, las características que tienen nuestras conductas, las relaciones con los demás, nuestros roles sociales, nuestras reglas de comportamiento, nuestros deseos, y la evaluación de nuestro yo, tanto la global, como la de nuestras capacidades concretas para realizar la conducta propuesta y la de la imagen social que daremos.

La defusion del yo como contenido

Defusion consite en distanciarnos de lo que pensamos que somos. Es un proceso necesario para nuestra salud mental. En un pensamiento podemos considerar varias facetas, por una parte un proceso psicológico, es decir, la conducta de pensar, por otra el contenido de dicho pensamiento, lo que nos está diciendo; y también que incluye una función: la respuesta que elicita en nosotros.  Es decir, tomamos conciencia de que estamos pensando (proceso) y pensamos en algo concreto (contenido) y este pensar provoca una reacción en nosotros.

En una determinada situación, decimos que nos fusionamos con un pensamiento cuando la función que desencadena predomina en nuestra conducta por encima de otras funciones que se podrían dar en la situación presente. Es decir, la función verbal prevalece sobre otras funciones de los estímulos. Si nos fusionamos con el yo como contenido, actuamos como si lo que pensamos de nosotros mismos fuese una realidad, sin ser conscientes de que es el resultado de un pensamiento. Por ejemplo, podemos pensar que no caemos bien a una persona, si actuamos como si se hubiera expresado explícitamente, podemos dejar de pedirle el favor que nos hace falta de ella. Sin embargo, si predominase la necesidad que tenemos y se lo pediremos independientemente de lo que nos diga el pensamiento, tendremos la posibilidad de que nos lo haga. La defusion es una toma de distancia de nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones, de forma que no sean ellos los que PREDOMINEN OBLIGATORIAMENTE sobre otros aspectos de la situación.

Fusionarse con el pensamiento no tiene por qué se negativo para nuestra salud mental, lo será si la conducta que surge de esa fusión nos aleja de nuestros valores. También hay que tener en cuenta que nos podemos fusionar con nuestros valores, por ejemplo, en el caso que hemos mencionado anteriormente podríamos llegar a mantener el valor de ser sincero por encima de lo que nos conviene en ese momento, teniendo en cuenta otros intereses como mantener un trabajo para avanzar en el valor de crear una familia.

Aspectos del contenido del yo

La defusion de nuestro yo nos lleva a tomar distancia del contenido de nuestro yo, para tener en cuenta que lo estamos construyendo en el momento presente, cuando empleamos explícita o implícitamente la palabra yo. El proceso de defusion nos da un instante para poder reaccionar de acuerdo con nuestros valores.

Repasemos concretamente cómo desmantelar determinados contenidos de nuestro yo: nuestra historia, nuestro cuerpo, nuestros roles sociales, la evaluación de nosotros mismos y de los demás.

  1. Tomar distancia de nuestra historia parece una tarea difícil, lo pasado, pasado está y no se puede cambiar; pero podemos modificar la forma en la que influye en nuestro comportamiento actual. Los trabajos de Arntz (Arntz y Weertman, 1999) son una buena herramienta en el distanciamiento de nuestra historia y para que su influencia en nuestra vida presente sea diferente.
  2. Ejercicios como el de Assagioli (citado por Wilson y Luciano, 2002) nos permiten darnos cuenta de que somos algo más que nuestro cuerpo, que nuestro rol social, incluso de los valores que hemos elegido, etc.

La evaluación del yo

Tienen especial importancia la propia evaluación de nuestro yo. Gracias a ella podemos saber cuáles son nuestros límites y para qué valemos y para qué no valemos y, así, guiar nuestra actividad hacia donde podemos tener éxito.

Nuestra evaluación se basa en gran parte en si creemos que somos capaces de hacer o no determinadas cosas. Si creemos que tenemos capacidad, tenderemos a hacerlo y a mantener nuestros esfuerzos ante las dificultades. Si no lo creemos, no lo intentaremos y, si finalmente lo hacemos tenderemos a dejarlo en cuanto surja cualquier dificultad.

La base de nuestra evaluación son los resultados que obtenemos de nuestras acciones, que dependen en gran parte de la reacción de los demás. Por eso, mantener nuestra imagen social y también nuestra autoimagen de forma adecuada tiene una repercusión importante en nuestro comportamiento.

Especial interés tienen las críticas que recibimos. Una forma de defendernos de ellas es la sumisión: aceptar, incluso anticipadamente, la evaluación de los demás. Así podemos conseguir que en ese momento cese la crítica y el ataque que estemos recibiendo o vamos a recibir. Pero surge el problema de que hemos utilizado la palabra yo unida a un aspecto negativo, no tanto por su realidad, sino por el refuerzo que obtenemos al hacerlo, y estamos construyendo una valoración negativa de nosotros mismos, que difícilmente podemos cambiar sin enfrentarnos a quien nos ha hecho la crítica. Si por mucho que nos sometamos, la crítica no cesa, podríamos entrar en una lucha inútil de intentar cambiar las características que tenemos según quien nos está atacando; pero que no son modificables, ya que no son la cuasa de los ataques. Llegaremos, entonces, a considerar que somos malos, que tenemos algo malo interno que hace que los demás nos puedan rechazar y que, encima no podemos cambiar, lo que es totalmente destructivo para nuestra salud mental. Por ejemplo, si consideramos que ser tartamudo es un defecto terrible, que genera críticas destructivas, podemos intentar por todos los medios conseguir la fluidez al hablar, iniciando un proceso de control de una función automática, como es la pronunciación. Así, interferiremos en ella y aumentaremos la probabilidad de que se produzcan los bloqueos. Sin embargo, si nos enfrentamos a las críticas centrándonos en que se entienda el mensaje que queremos transmitir sin dar importancia a tartamudear o no, ignorando la reacción del otro a nuestra forma de hablar, lograremos una buena integración social. Por eso, aceptar nuestras limitaciones sin abandonar nuestro camino en la dirección de nuestros valores es uno de los pasos importantes en el distanciamiento del yo como contenido.

Nuestra imagen social

Las reacciones de los demás nos refuerzan, extinguen o castigan nuestras conductas y nos devuelven la imagen que tienen de nosotros. Luchar para que las personas importantes en nuestra vida tengan una imagen nuestra positiva puede llegar a ser una de las motivaciones fundamentales de nuestra conducta, porque de ello depende recibir o no refuerzos; de hecho, nuestra imagen depende de las consecuencias que obtenemos de utilizar uno u otro contenido de nuestro yo. Ahora bien, hay que tener en cuenta la diferencia que supone pensar que los demás nos van a rechazar, de una realidad en la que el otro nos rechaza. Si nos dejamos llevar por la idea y nos comportamos como si el otro nos hubiera rechazado explícitamente, nuestra conducta no se ajustará a la realidad y tendremos problemas.

La defusion, en este caso, pasa por ser conscientes de que la sensación de que nos han rechazado viene de nuestro pensamiento y no de una conducta explícita del otro. Ser conscientes de nuestros procesos mentales es un camino que nos conduce hacia el yo como proceso.

Ejercicios

Contestar de forma indefinida a la pregunta ¿Quién soy yo? o ¿qué soy yo? y plantearse que si no lo fuera qué o quien podría ser. Nos aleja del contenido concreto de nuestro yo. Hacerlo con alguien que nos pregunte constantemente “Sí, pero ¿quien eres tú?” hace el ejercicio más potente.

Ejercicios que nos lleven a observar nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones dejándolos pasar, logra que los veamos como lo que son: procesos psicológicos.

El yo como proceso

Cuando somos conscientes de que estamos pensando y no solamente de aquello que estamos pensando, tomamos conciencia del yo como proceso. Es diferente pensar: “No soy capaz de hacerlo” que “Pienso que no soy capaz de hacerlo”. o «Siento que no soy capaz de hacerlo»

El yo como proceso tiene una función social importante porque, cada vez que comunicamos los que sentimos y pensamos en un momento determinado, estamos indicando al otro cómo nos vamos a comportar, dándole una pista para su reacción anticipada a nuestras acciones.

Ejercicios para vivir el yo como proceso

La meditación que nos permite observar nuestros procesos psicológicos, es decir, lo que pensamos y sentimos en el momento presente, es un buen ejercicio para construir la experiencia de nuestro yo como proceso.

El yo como contexto

Cuando decimos contexto queremos decir contenedor. Es como “aquí estoy yo y aquí están mis pensamientos y sentimientos dentro de mí”. Es un yo mayor que nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones en el sentido de que los contiene. Cuando yo soy consciente de que tomo conciencia de mis procesos privados, estoy tomando la perspectiva del yo como contexto. Es una experiencia que no se puede describir, porque en el momento en que entramos a describirla la colocamos allí y entonces, mientras que la experiencia se tiene aquí y ahora. El problema es parecido a cuando describimos determinadas experiencias que tenemos, por ejemplo, un orgasmo o el olor de una rosa. Podemos hacer un gran esfuerzo descriptivo, pero si no lo hemos experimentado, nos quedaremos sin saber qué es.

Efectos de la experiencia del yo como contexto

El yo como contexto habilita o facilita muchas experiencias diferentes, incluyendo la teoría de la mente, la empatía, la compasión y la autocompasión, aceptación, defusion, y un trascendente sentido del yo,

También potencia el compromiso con nuestros valores, nos hace resistentes a los estímulos aversivos, facilita la compasión, la empatía y la determinación y despierta la espiritualidad.

Ejercicios para producir la experiencia del yo como contexto

Se puede contactar con el yo como contexto por medio de la meditación.

  • Por ejemplo, el ejercicio del yo observador, en el que somos conscientes de nuestros pensamientos y los dejamos pasar, echándolos en un río que se los lleva o metiéndolos en un frasquito, objetiva nuestros pensamientos y sentimientos considerándolos como objetos.
  • Recogiendo nuestros sentimientos y pensamientos varias veces y varios días para ver como cambian y evolucionan.
  • Experimentando que nos sentimos los mismos que cuando éramos niños o adolescentes o que el verano anterior o cuando estábamos enfermos; hemos cambiado; pero algo en nosotros permanece: el yo como contexto.
  • El ejercicio de darse cuenta de lo que pasa por nuestra mente completado con la conciencia de que nos estamos dando cuenta. En este ejercicio nos damos cuenta de nuestros pensamientos, dejándolos pasar, y de las sensaciones que acuden a nuestra cabeza ya se generen dentro de los límites de nuestro cuerpo o responda a sensaciones generadas en el exterior.
  • Cualquier ejercicio en el que incluyamos la toma de conciencia de que estamos tomando conciencia de lo que ocurre. Por ejemplo, en todos los ejercicios anteriores tenemos que ser conscientes de quién está sintiendo. Nos podemos ayudar diciéndonos: “ahora siento quién está sintiendo” (Hayes)

Estas ideas pueden completarse en el curso Nuevos horizontes terapéuticos desde ACT.

24/7/2017

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